Claves de la comunicación política moderna. Parte XVII
Por: @OrlandoGoncal
La solución de las crisis, como situación necesaria y decisiva para la sobrevivencia de una campaña y, por supuesto, para un gobierno, generalmente son resultado de prever oportunamente las consecuencias producidas por actos imprevistos, que suelen afectar tanto al público interno como al externo.
Así como en las campañas es usual que se presenten crisis, en los gobiernos es prácticamente una regla general, por lo cual, es usual decir que hay dos clases de campañas y de gobiernos, las que ya tuvieron una crisis, y las que las tendrán en el futuro, puesto que las reglas casi nunca fallan.
Dependiendo las distintas variables, del ámbito de gobierno o campaña de que se trate, es decir municipal, departamental -provincial, estatal- o nacional, cuanto mayor sea el tamaño del gobierno o de la campaña, mayor será la posibilidad de confrontar una crisis, de manera tal, que prepararse con antelación es una responsabilidad del (gobernante o candidato/a) y sus equipos.
Ahora bien, es prioritario tener claridad y decantar si efectivamente tenemos una crisis real o imaginaria, puesto que en ocasiones las crisis imaginarias pueden terminar generando verdaderos riegos con incidencia interna, bien sea en una campaña o en la gestión de gobierno; perturbando la buena marcha de cualquiera de ellas.
Como en todo, las crisis también tienen etapas, las que pudieran clasificarse por escalones, donde la primera de ellas es la preocupación por una situación en particular; indistintamente si la crisis o la amenaza de crisis es interna o externa, el simple hecho de que preocupe debe ser un llamado para que se le preste atención, y se observe de inmediato.
Ahora, que recordar siempre que, si la primera etapa es la mera preocupación sin atención, la segunda etapa de una crisis pasará a ser un problema; lo cual, tanto en campaña como en gobierno, se tiende a minimizar su importancia, puesto que la regla general es que en todas partes hay problemas.
Por la propia dinámica del día a día lo que se visualiza como apenas un problema, en ocasiones se tiende a postergar la acción de analizar el problema y resolverlo, con lo cual, se eleva otro escalón de las etapas de la crisis, y formalmente se tiene entonces una verdadera crisis.
Si a pesar de tener una verdadera crisis, no se le atiende, entonces esta sigue evolucionando y escala hasta una emergencia, lo que generalmente, es más complicado de controlar; y, por no haber sido atendida la situación inicial, de una simple preocupación, pasa de la emergencia al escándalo, siendo este el último escalón dentro de una crisis.
De nueva vuelta, la evolución de una posible crisis, bien sea en campaña o en gobierno, va aumentando su posible intensidad e impacto, en una relación inversamente proporcional al tiempo. Es decir, cuanto más se tarde en atender una crisis más grandes y serias serán las consecuencias. Con lo cual, resolver la crisis será, por un lado, más complicado, y, por otro lado, más costoso, desde toda perspectiva; llámese esta reputacional, política, o económica.
Todo lo anterior pudiera parecer exagerado, pero, preguntemos ¿quién sabe cuándo o cómo surgirá una crisis? y, como no hay una respuesta a ese interrogante, es preferible estar prevenido, que confiado.
Para ello, tanto en campaña como en gobierno, es recomendable tener un pequeño comité que comience a monitorear y analizar los posibles escenarios, circunstancias, eventos, endógenos o exógenos, del territorio en que se desarrolla la campaña o en el que se gobierna, que puedan incidir en la generación de una posible crisis.
Por lo tanto, un comité o gabinete de crisis, como primera instancia, debe estar formado por personas que además de tener ciertos niveles de responsabilidad, también tengan poder para la toma de decisiones oportunas. A este equipo se deben integrar especialistas que, dependiendo de las prioridades que haya establecido el comité de crisis, consideren que puedan hacer importantes aportes.
La idea central es que este comité sea el que comience a planear, en primera instancia, trazando las líneas maestras de los posibles escenarios que se pudieran presentar, y qué acciones o soluciones se deberían tomar en consecuencia; estableciendo un protocolo de actuación a seguir según sea el escenario y las circunstancias de las crisis.
Como conclusión, debemos dar aplicación al viejo adagio popular: “Más vale prevenir que lamentar” sobre todo, si está claro que tanto gobiernos como campañas, si o si, enfrentarán crisis en el trascurso de su proceso y desarrollo.
Lo anterior, ratifica una vez más que, en política, si se quiere tener éxito hay que prepararse para no improvisar y rodearse de los mejores.
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