Sin partidos, no hay democracia.

Sin partidos, no hay democracia.

Sin partidos, no hay democracia.

Por: @OrlandoGoncal

Pensar que sin partidos políticos las democracias pueden funcionar, es un error conceptual pues estos deben ser los articuladores entre las sociedades y el Estado, y es claro que los partidos han venido perdiendo ese rol por sus propios errores.

El informe de Latinobarómetro 2023, revela que la cifra de quienes piensan que no puede haber democracia sin partidos ha bajado de 58% en 2013 a 44% en 2023, eso es un punto por año. Pero más grave aún, el porcentaje de ciudadanos que piensan que la democracia puede funcionar sin partidos va en aumento y los panameños la encabezan con 64%, luego los colombianos con 60%, los ecuatorianos con 59%, los mexicanos y los paraguayos con 58%, por nombrar solo algunos.

Esto tiene una íntima relación con el alejamiento de los ciudadanos de la política, con lo cual, a no involucrarse en lo público, que es de todos, y que, por lo tanto, debería ser cuidado por todos, sencillamente las personas están dejando en manos de muy pocos la toma de decisiones sobre lo público.

Ese menosprecio de los ciudadanos hacia los partidos políticos se ve reflejado cuando el informe revela que la respuesta fue contundente al expresar que solo el 23% de los ciudadanos piensan que los partidos están haciendo un buen trabajo, sin embargo, hay cifras más bajas como las de Panamá, con 12%; Colombia, con 13%; y Ecuador con, 14%.

Esta situación esta asociada a la insatisfacción que tienen las personas con la democracia, pues en 2023 solo el 48% apoya la democracia en la región, lo que significa una disminución de 15 puntos porcentuales desde 2010 que estaba en 63%. Esta insatisfacción lleva a que cuando se le pregunto a los ciudadanos que tipo de régimen preferían hay una respuesta muy reveladora y preocupante, pues dice el informe que ante la expresión “A la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático o que uno no democrático” algunos resultados de quienes coincidieron con esa frase fueron: Guatemala y Honduras, 41%; Ecuador, 37%; Panamá, 33%; Colombia 32%.

Luego el informe revela que cuando se consultó sobre si “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno” las cifras son inquietantes pues en algunos países los resultados fueron muy bajos, como por ejemplo en Panamá solo el 11% estuvo de acuerdo; en Argentina, 7%; en Brasil, 6%; en Colombia, 5%; en Perú y Ecuador con el 4%; en Honduras el 2%; y en El Salvador, nadie estuvo de acuerdo. Ese aumento de la indiferencia refleja un fenómeno más estructural de las democracias de la región, sobre todo cuando se justifica que, en algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático.

Cuando se observa en el informe las diferencias entre 2020 y 2023 sobre ese tema, se aprecia un dato angustiante, pues quienes prefieren un gobierno autoritario aumentan en todos los países, salvo en Panamá.

El informe también señala, por ejemplo, que: “El efecto Bukele en El Salvador no está haciendo más fuerte la democracia sino más bien hace más poderoso al presidente que se lleva los aplausos de la democracia con el mejor desempeño en la región.” Sin embargo, es en ese país donde se registra mayor satisfacción con la democracia, con un 64%, y siendo el promedio de la regional de apenas el 28%, con lo cual, los ciudadanos ante las acciones efectistas del gobierno del presidente Bukele, dejan de lado la afectación sobre los derechos humanos, sobre la libertad de expresión y les es indiferente que ya lleven 16 meses sin garantías Constitucionales.

Pareciera entonces que una parte -importante, por cierto- de los ciudadanos comparten la expresión: “No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas”, pues en Honduras, el 70% coincide en ello; en el Paraguay, el 68%; en Guatemala, el66%; en la República Dominicana, el 63%; en El Salvador, el63%; y en Panamá, 53%.

El informe arroja mucha más información valiosa que debería ser analizada, debatida, y reflexionada por todos aquellos que aspiren a obtener el poder, pues las señales son claras, altas y fuertes de que hay una gran insatisfacción de los ciudadanos no solo con los partidos políticos, sino con las democracias mismas.

Los partidos políticos que además de acceder al poder quieran trascender en la historia, deben entrar en un profundo proceso de reingeniería sobre su actuar, sobre su rol en la sociedad, para conectar con los ciudadanos, y volverse así a ganarse su confianza, ejerciendo su rol de vaso comunicante entre la población y un Estado eficiente, que protege y cuida a sus ciudadanos.

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