La fatiga del sistema
Por: @OrlandoGoncal
La fatiga del sistema democrático en América Latina no es novedad, numerosos estudios de opinión pública lo han señalado desde hace unas décadas, y los últimos acontecimientos señalan que se está llegando al borde del agotamiento, con sistemas políticos desbordados, incapaces de contener la desconfianza ciudadana y, partidos políticos que se resisten al cambio.
Cambios que acontecen luego que al inicio del presente siglo se registrara una peculiar ebullición política con el surgimiento y combinación de un ciclo económico pujante; en buena medida gracias al incremento del precio de las materias primas que posee la región y a la creciente demanda externa, fundamentalmente, producida por los países asiáticos, y principalmente de China.
Este proceso de expansión económica vino acompañado de liderazgos carismáticos, proactivos y la implementación de reformas constitucionales en varios países de la región, las cuales vinieron a modificar las reglas del juego político y la gobernabilidad. Y como todo, el cambio también trajo consigo novedades y progreso en la participación ciudadana y la democratización de las instituciones. Pero, esa ilusión se viene desvaneciendo hasta llegar, en algunos casos, a la casi desaparición de la democracia y las libertades.
Como estrategia incrementaron el protagonismo del presidencialismo y el desfallecimiento progresivo de las distintas formas de participación popular, así como el debilitamiento de las instituciones del Estados; y con ello la cooptación de las instituciones para eliminar progresivamente los contrapesos del Estado; con lo cual se aumentaba la ineficiencia del Estado en la protección y satisfacción de las necesidades y requerimientos de los ciudadanos.
De manera casi simultánea se fueron presentando cambios que lentamente fueron adaptando la mentalidad de las sociedades a los procesos económicos de la globalización, en especial, la incursión en las tecnologías y la comunicación, herramientas necesarias para tener un gran impacto en los ya arcaicos esquemas de funcionamiento de la democracia basada solamente en la representación.
El proceso de cambio siguió su curso y los ciudadanos cada vez se sentían menos representados por las autoridades, por lo que entraron en un círculo perverso en el cual el ciudadano se alejaba de la política y la clase política se desconectaba cada día más de los ciudadanos. Hacia el tercer lustro de este siglo, esos cambios que, como consecuencia de los ciclos -políticos electorales- de cada país, sumado al cansancio y debilitamiento del modelo económico anterior, y en conjunto con las transformaciones de la economía mundial, generaron el agotamiento del sistema democrático.
En las últimas dos semanas hemos presenciado tres eventos electorales que sin duda son una clara muestra de esta fatiga. El primero, en Argentina, donde en las elecciones primarias, también llamadas PASO -Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias- más del 31% de los argentinos se abstuvieron, y de los que votaron, un tercio lo hizo por un personaje que se presentó como antisistema, con un discurso disruptivo, irreverente y agresivo, con propuestas que en su mayoría eran rechazadas o incomprendidas, pero que en todo caso encarnó el hartazgo de una buena parte de la sociedad con su clase política.
Por otra parte, en Guatemala, en la primera vuelta celebrada en junio pasado, después de una campaña donde se judicializó la política y se le impidió participar a varios candidatos, y mientras el debate se centraba en propuestas que poco tenían que ver con los ciudadanos y sí más con la política, un candidato con una campaña modesta y enfocado en denunciar lo que consideraba grandes males del país, que afectaban de manera directa al ciudadano –corrupción e impunidad- y conectándose con el sentimiento de rabia frustración de la gente, logra sin ser detectado por las encuestadoras pasar a segunda vuelta y ganar la misma el pasado domingo.
También el pasado domingo en Ecuador luego de una serie de crisis afronta un proceso electoral atípico y cargado de violencia. Proceso singular que se venía desarrollando con sombrías particularidades, hasta que, el asesinato de un candidato presidencial movió el tablero de tal manera que todos los pronósticos iniciales fueron derribados.
A los futuros gobiernos de los tres países les corresponderá entender la nueva dinámica de la gobernabilidad, puesto que, con una sociedad fragmentada y parlamentos divididos, se les dificultará lograr acuerdos para desarrollar políticas en beneficio de los ciudadanos. Más aun, tomando en cuenta que si el sistema está agotado los ciudadanos también lo están, en consecuencia, los niveles de tolerancia serán mínimos. Entonces, el liderazgo -político, económico, académico, cultural, profesional, sindical y ciudadano- tendrán poco margen de maniobra para operar, lo que implica ser estratégicos para generar los cambios requeridos para dinamizar y fortalecer el sistema democrático.
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