La apatía de los jóvenes en política.
Por: @OrlandoGoncal
El pasado domingo Colombia vivió por primera vez un proceso democrático inédito; el mecanismo de participación para que los jóvenes pudieran elegir a quienes harán la agenda pública de juventudes en los municipios y departamentos -provincias o estados-, además, llevar la vocería de las juventudes ante las autoridades, y ostentar la competencia para hacer veeduría y control de los recursos que el Estado destina para los jóvenes.
Como consecuencia de las protestas sociales -paro nacional de abril y mayo de este año-, donde los jóvenes fueron protagonistas, realizaron una encuesta patrocinada por –la Universidad del Rosario, diario El Tiempo y la empresa Cifras y Conceptos- elaborada del 6 al 12 de mayo, y midieron no solo los sentimientos, sino cómo o qué estaban pensando los jóvenes en ese momento.
Los resultados de la medición de emociones de los jóvenes a raíz de la coyuntura del paro, fue: para el 33% la tristeza; ira 27%; miedo 25%; frustración 22%; rabia 21%; desagrado 18%; desilusión 17%; y solo el 18% con esperanza y el 5 % la alegría. Predominio de las emociones negativas, producto de las desigualdades y la falta de oportunidades para las nuevas generaciones.
Sobre ese estudio ya habíamos escrito en un artículo titulado: “La indignación como expresión política”, donde señalamos que a pesar de lo sombrío que pudiera verse el panorama, se avizoraba una luz de esperanza, y es que el 87% consideraba que el voto es un instrumento para generar los cambios y soluciones que el país necesita, y el 89% manifestaba que votaría en las elecciones de 2022.
Sin embargo, cuando lograron que el Estado colombiano diera cumplimiento a la Ley 1885 de 2018, para elegir los Consejos de Juventud de los municipio y departamentos del país, con la participación de 41.825 candidatos para elegir 11.136 curules en el país, con un total de 12.282.273 jóvenes habilitados para votar, solo participaron 1.279.961 es decir, apenas un 10,41%.
Estas cifras preocupan, pues la inversión total fue de $200.000 millones de pesos -unos $50 millones de dólares-, según registrador delegado para lo electoral, Nicolás Farfán; lo que se traduce, por un lado, un gasto enorme en medio de una crisis económica con la pandemia del covid-19, y por otro, que cada voto emitido en esa elección tuvo un costo de $156.000 pesos -unos $39 dólares-.
Aquí caben varias preguntas: ¿Por qué la apatía de jóvenes?; Si en mayo de este año el 87% manifestaron considerar el voto como un instrumento para generar los cambios y soluciones que el país necesita; y el 89% manifestó votaría en las elecciones de 2022 ¿Entonces por qué no participaron en su propia elección?, ¿Será que, a pesar de la inversión del Estado, quizás, la estrategia pedagógica y comunicacional estuvo ineficiente o errada?
El tipo de política moderna de la gente joven es más independiente, usan podcasts y tienen sus propios proyectos; para ellos la política no se hace solo en términos de partidos, prefieren identificarse, mayormente, con causas sociales que con partidos políticos.
Aquí hay un mensaje claro, los partidos políticos siguen desconectados de la realidad. Tuve la oportunidad de interactuar con jóvenes de varias regiones de Colombia y fue inconcebible escucharles manifestar que “el partido les había dado los postulados, las ofertas electorales y hasta las líneas discursivas”. Cuando les pregunte si habían participado en la discusión de esos documentos, la respuesta fue un rotundo no.
Cuando pregunté si estaban de acuerdo o coincidían con el contenido de esos documentos, la respuesta fue igual de contundente, no.
Urge la representación de los jóvenes en la toma de decisiones en los poderes del Estado. Sin embargo, ¿cuál será la razón que les lleva a no participar teniendo la oportunidad? Será que, tal vez, los intereses internos de los partidos restringen y controlan tales oportunidades, logrando así extender la vigencia de los poderes tradicionales.
Quizás a llegado la hora de que en Latinoamérica se cree un Plan Nacional de Alfabetización Democrática, para ayudar a promover valores, interés, confianza no solo en la democracia y en las instituciones, sino, en la formación tanto del ciudadano elector, como de los jóvenes líderes para que sean capaces de asumir, traducir y satisfacer las necesidades y los sueños del ciudadano.
La apatía de los jóvenes en política, quienes deberán liderar sus países en el corto y mediano plazo, puede costarle muy caro a las democracias, y a los propios ciudadanos.
Definitivamente, esta apatía de los jóvenes debe ser estudiada en profundidad para comprender qué hay en sus mentes y en sus corazones.