Cuando los pueblos se hartan, producen cambios. Video columna #95

Cuando los pueblos se hartan, producen cambios.

Por: @OrlandoGoncal

El pasado domingo Honduras celebró elecciones eligiendo a su presidente, también a 128 diputados, 298 alcaldes y 20 representantes del Parlamento Centroamericano.

País golpeado por la violencia de pandillas, el narcotráfico, más dos huracanes que asolaron la nación en el 2020. Sumado a ello, el 59% de sus 10 millones de habitantes viven en la pobreza, el desempleo está sobre el 10,9%, el subempleo alcanza cifras de 70,7% y, unos 3,3 millones de hondureños -un tercio del país- enfrentaban inseguridad alimentaria aguda.

Adicionalmente el país atraviesa una crisis institucional sin precedentes. El partido Nacional, actual gobernante, lleva 12 años en el poder, instalando un diseño político en función de proyectos en los que hubo corrupción y malversación de fondos, además de que, hicieran reformas jurídicas para “blindar” a una determinada clase política.

La Constitución prohíbe la reelección, pero, gracias a una resolución de la Corte Suprema de Justicia en 2015, el mandatario Juan Orlando Hernández logró la reforma que lo mantuviera en el poder, pese a las denuncias por fraude de la oposición, y la recomendación de la OEA de que se repitieran las elecciones, por considerarlas viciadas por irregularidades y falta de transparencia. Eso generó muchas protestas las cuales fueron reprimidas por el gobierno, y dejaron una treintena de fallecidos.

Así, el presidente Hernández lleva dos períodos en el poder (2014-2017 y 2018-2022), en los cuales se le ha señalado en diversos casos de corrupción. Además, en el juicio de su hermano Juan Antonio “Tony” Hernández, condenado a cadena perpetua en Estados Unidos por tráfico de drogas, el gobernante fue mencionado de tener vínculos con el narcotráfico y haber recibido financiamiento para sus campañas políticas.

Adicionalmente, según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional, durante la campaña fueron asesinadas al menos 31 personas vinculadas a los comicios. Y la jefa de la misión de la Unión Europea en Honduras, Željana Zovko, criticó los niveles de violencia política durante la campaña y el uso y abuso de recursos del Estado durante la misma, tales como la distribución de bonos de ayuda social.

En este escenario se celebraron elecciones donde el Partido Nacional con el alcalde de Tegucigalpa Nasry “Tito” Asfura no pudo retener el poder pese a su gestión bien evaluada, principalmente por la transformación que hizo en la ciudad con obras de infraestructura que, además de cambiarle la cara a la ciudad la hicieron menos caótica, en materia de movilidad. El peso muerto que representaba su partido, por el desprestigio y rechazo de la figura del presidente Hernández, no le permitieron encontrar una ruta para retener el poder, obteniendo poco más del 34% de los votos.

Del otro lado se presentaban Xiomara Castro, por el Partido Libertad y Refundación -Libre- fundado por su esposo el expresidente Mel Zelaya, derrocado en 2009, y por otra parte Salvador Nasralla con el Partido Salvador de Honduras -PSH-. Ambos con posiciones ideológicas consideradas progresistas de izquierda. Mientras Xiomara Castro y Nasralla recorrían cada uno su camino, Nasry “Tito” Asfura, tenia el camino despejado, pues la división del electorado le permitía estar cómodo en las encuestas.

Sin embargo, con base a la lección aprendida en 2017, Castro y Nasralla entendieron que la única manera de encarnar y capitalizar es sentimiento de hartazgo de la población era si unían fuerzas, pero, además, debían hacerlo con la debida antelación, con acuerdos claros y transparentes que les permitieran, en primer lugar, unificar maquinarias, fundamentalmente, para la promoción y defensa del voto; en segundo lugar, que el tiempo les permitiera demostrar al electorado que, lo de ellos era una unión real, que trascendía lo meramente electoral y que sus programas, propuestas y ofertas eran las mismas.

Esa unión potenció esa sensación de hartazgo de la población hacia el Partido Nacional, hacia el presidente, y hacia los abusos de poder y la corrupción. Al estimular ese sentimiento, se instaló en la conversación social de los ciudadanos la expresión “se van”, así lo que estaba en la mente de la mayoría de los hondureños, mas allá de por quien se votaría, era que “ellos” -los del Partido Nacional- “se van”, y la unión Castro – Nasralla era la vía más segura para lograrlo.

Tal fue la fuerza de ese deseo que llevó a Xiomara Castro obtuviera más del 54% de los votos, con lo cual no hay necesidad de una segunda vuelta. Los resultados preliminares dan a entender que, además de haber ganado las alcaldías de Tegucigalpa y San Pedro Sula, están ganando en más de 189 municipios de 298 y en diputados entre los dos principales partidos de la alianza -Libre y PSH- hasta ahora obtendría 65 diputados, lo que les da la mayoría simple en el congreso.

Conclusiones:

Los ganadores deben dimensionar el hecho de que su caudal de votación esta compuesta por un porcentaje de gente que creyó en ellos, pero otro porcentaje, quizás el más importante, por el tamaño y porque les dio el triunfo, fueron votos CONTRA el Partido Nacional. No entender eso, puede originar problemas desde muy temprano en el gobierno.

A pesar de que los ganadores tengan mayoría en el congreso deben hacer un gobierno que unifique al país, el enfoque debe ser en reconciliar a los hondureños, escuchando a todos los sectores, gobernando sin exclusiones ni estigmatizaciones, y menos aún con sed de venganza.

El Partido Nacional perdió y esta muy disminuido, pero ostenta varias instancias de poder, por lo cual, en aras de la gobernabilidad, el Partido Libre y sus aliados deben hilar muy fino a fin de buscar generar consensos para el desarrollo de políticas que beneficien a toda la población.

Por su parte, Nasry “Tito” Asfura, con toda la carga negativa de su partido y de los doce años de gobierno del Partido Nacional logra obtener un nada despreciable 34% de los votos. Eso lo coloca en una optima posición para, por un lado, tomar el control del partido, depurarlo a fondo, y en paralelo ir reconstruyéndolo, y liderar una oposición inteligente, democrática y, sobre todo, siempre al lado de los ciudadanos. Si resuelve recorrer ese camino, seguramente, además de hacerle un bien a Honduras, pues todo gobierno, requiere de una oposición seria, responsable que lo vigile, seguramente en cuatro años, Nasry “Tito” Asfura, pudiera ser un factor determinante para el futuro del país.

Por ahora, solo nos resta desearle lo mejor al nuevo gobierno y a los hondureños, para que puedan transformar a Honduras en el país que sus ciudadanos se merecen. No sin antes recordarles a la nueva presidente Xiomara Castro que, cuando los pueblos se hartan, producen cambios y los líderes deben estar a la altura tanto de ese anhelo como de esa realidad.

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