Estrategia de ataque o contraste.
Por: @OrlandoGoncal
En algunos países el ambiente político comienza a calentarse previo a próximas elecciones. Sorprende como aun faltando tiempo para las campañas electorales los ataques de algunos pre candidatos ya se asoman, comenzando a crispar el ambiente político con demasiada antelación.
En esos tiempos turbulentos hay que tener presente que la estrategia de atacar en campaña electoral es una operación de resta. Más allá de consideraciones éticas, que son importantes, la pragmática realidad nos dice que, en la acción de ataque pierde quien ataca y pierde el atacado. Este es un principio básico a tomar en consideración. Cuando el equipo de campaña logra concientizarlo, entonces, las crisis por los supuestos ataques del adversario comienzan a desaparecer.
Quizás lo anterior se preste a confusión, pero en el fondo es simple. Cuando el candidato A ataca al candidato B, y este a su vez le responde, y luego hay otro contra ataque del candidato A, el ciudadano normal, que tiene en su cerebro mil preocupaciones y prioridades en su vida, sencillamente se desconecta de ese pleito y, termina alejándose de ambos, pues lo conflictivo le desagrada. Así que antes de atacar, hay que tomar en consideración muchísimas variables que están en juego.
Teniendo buena información e investigación a mano, hay que tratar de definir un resultado aproximado de la operación. Por ejemplo, si el candidato A ataca, va a perder 3 puntos en las encuestas, pero, como el ataque es demoledor, contundente, el candidato B, perderá 10 puntos. Puesto en una balanza parece que el beneficio es mayor a la pérdida, por lo cual, está bien atacar. Ahora, manteniendo el mismo ejemplo, supongamos que, en la operación el candidato A pierde 3 puntos y el candidato B 4 puntos. ¿Por una diferencia tan pequeña valdría la pena arriesgarse? La lógica y el sentido común, dicen que no.
Otro elemento a considerar cuando se toma la decisión de atacar es el tener un objetivo concreto, jamás debe ser por una acción o respuesta emocional del candidato. Si el ataque es una operación de resta como ya se comentó, entonces, además de medir y sopesar estas variables y escenarios, hay que tener claro el objetivo a lograr, como también la ruta que este ataque tendrá que recorrer para su logro.
Tanto la evaluación como el análisis y el diseño de la ruta del ataque deben ser estudiados, planificados y discutidos entre los asesores y algunos miembros de máxima confianza del candidato, siempre que tengan la capacidad de mantener la sangre caliente y el cerebro frío. Lo que se busca es un objetivo político, por lo tanto, el tema de la satisfacción, bien sea por el placer de golpear al adversario o por responder a un ataque deben quedar fuera de la ecuación, pues, cuando se hace por estas razones, generalmente, las cosas no salen bien.
Otro elemento a considerar son las “estrategias de ataque”, las que, con información confiable y pruebas en mano deben buscar generar contraste entre los candidatos; es decir, contar con bases sólidas para generar la estrategia de ataque o contraste. Si el ataque no está fundamentado en hechos ciertos, comprobables, entonces solo se buscar infringir daño reputacional al adversario, eso no puede llamarse estrategia de ataque o contraste, eso es una vulgar campaña sucia. La primera puede aportar elementos importantes al debate, pues, al estar documentada, la acción se está poniendo a disposición de los ciudadanos información que posiblemente no era pública y que les permitirá formarse una opinión acertada sobre determinado candidato a raíz de la verdad presentada.
Sin embargo, en el segundo caso, es decir, cuando se ataca sin bases ni pruebas, con mentiras y falsedades, en el fondo se está tratando de enrarecer el ambiente político, provocando que los ciudadanos desconfíen aun más de la política. Se busca con ello enlodar el debate, muchas veces esto solo pone en evidencia las carencias de quien ataca; logrando distraer la atención o crispando el ambiente generando hiperpolarización en la sociedad, conllevando a su vez, a una mayor abstención de los electores; y, por lo tanto, accediendo al poder con un menor número de votos; estrategia en detrimento de la democracia.
Como conclusión, una estrategia de ataque o contraste en una campaña puede ser algo beneficioso para la elección y para la democracia, pues se está colocando a disposición del elector información de calidad para ayudarle a tomar una decisión bien informado. Sin embargo, las campañas sucias solo dañan los procesos democráticos, empobreciendo el debate y generando mayor abstención.