El mensaje, importancia e impacto
Por: @OrlandoGoncal
“El objetivo de comunicación -política- es tocar un acorde sensitivo en el ciudadano de información ya presente en su mente. No es para insertar nueva información”. Esto señalaba Tony Schwartz, en su libro La respuesta emocional, hace ya varias décadas atrás, y sigue estando más vigente que nunca.
Personalmente considero que, al visualizar la estrategia de la comunicación política la podemos comparar con el cuerpo humano, donde todos sus sistemas y órganos cumplen con una función específica, y la armonía de todos, es decir, la sincronización en las funciones de cada uno es lo que hace que esa máquina maravillosa que es el cuerpo humano funcione. Por lo tanto, podemos decir que el mensaje es el corazón de la estrategia. Órgano que bombea la sangre a todo el organismo, y esa circulación permite que oxigene y nutra cada célula del cuerpo, para el caso, el mensaje cumple esa misma función dentro de la estrategia.
El mensaje debe no solo llegar a la mente de los electores, debe ir más allá, generar sentimientos y emociones en sus corazones. Los mensajes, más que transmitir información, cifras y datos, deben generar sentimientos, produciendo en los ciudadanos sensaciones de satisfacción y empatía.
Todos esos sentimientos y emociones deben producir en el elector una cascada de decisiones que le guiarán a través de un largo proceso del pensamiento, de manera tal que, en su mente se forme la imagen de lo que él -el elector- desea para sí y su familia. El mensaje debe además producirle empatía con el candidato, debe ser lo suficientemente poderoso para crear en su mente la percepción de que ese candidato es como él, que además piensa y siente como él, y que es un ser humano muy cercano. Buscar que esa percepción se convierta dentro de su mente en la identidad que el elector se formará del candidato, y que, con el tiempo, esa percepción se transforme para beneficio de la reputación del candidato ante el conglomerado de ciudadanos y ante las urnas.
Este proceso de descodificación de los mensajes por parte de los receptores, toma apenas unos segundos, por lo cual, si se quiere ganar la competencia ante los miles de mensajes que reciben los ciudadanos diariamente, se debe tomar en consideración las características del mensaje, es decir, que sea claro, sencillo, corto, creíble, emotivo, repetitivo, que genere conversación y fundamentalmente, que el ciudadano sea el sujeto del mensaje.
Este proceso de pensamiento hará que las posiciones de los electores y el candidato se acerquen, y, hecho ese proceso, la decisión de a quien le votará un elector será mucho más sencilla, simple, transparente y, sobre todo, más sólida y menos equivocada.
Hoy en día, si bien es cierto el candidato puede recurrir a las perversas prácticas de la compra de votos, -transacción ilegal que cada vez se hace más riesgosa, costosas e ineficientes-, también lo es que, la lealtad del elector frente a la decisión de a quién votar, producto de esa práctica, será muy endeble y fácilmente modificable. En cambio, si el impacto del buen mensaje ha llegado, marca y guía el proceso del pensamiento. De nuevo, hablamos de sentimientos y emociones.
En la actualidad, con todo lo que ha convulsionado la pandemia al mundo y a las sociedades, es lógico que también los ciudadanos hayan cambiado sus prioridades, sus sentimientos, la manera como ven la vida hoy es otra, y esto quizás esté llevando a cambiar o revaluar algunos principios, valores y creencias que se tenían preestablecidas como improntas fijas. Sin embargo, aún vemos a muchos dirigentes desconectados de la actual realidad.
Dirigentes que piensan que la política sigue siendo igual, o peor aún, tratan de llamar la atención de los ciudadanos trivializando sus mensajes, haciendo bailecitos, o disfrazándose de super héroes, o posando con animales, sin entender que, usualmente, en algunos sectores esas payasadas generan rechazo hacia su imagen. Otros se enfocan en la discusión política pura y dura, pensando que eso es lo importante y dejando de lado los intereses y preocupaciones de los ciudadanos.
Pero, este desfase no es exclusivo de los políticos, lamentablemente, también se ve en algunos liderazgo empresariales, gremiales, académicos y hasta eclesiásticos, quienes siguen actuando y viendo el mundo con los mismos lentes de antaño, cuando la realidad del planeta ha cambiado, es otra.
La importancia del mensaje y del cómo transmitirlo, en estos tiempos convulsos, requiere de investigación, estudio y análisis para poder encontrar los conectores más eficientes con el ciudadano, para encontrar ese acorde sensitivo que le impacte positivamente sin necesidad de insertarles nueva información.