Tiro por la culata.
Por: @OrlandoGoncal
El pasado domingo México realizó una consulta popular promovida por el presidente López Obrador.
Con más de 93.6 millones de mexicanos habilitados para participar, sin embargo, solo votaron 6.6 millones, es decir, poco más del 7,07% de los electores cifra muy distante del umbral a superar, que era el 40%, para que los resultados de la consulta fueran vinculantes. Con lo que resulta una derrota política para el presidente López Obrador, para su partido Morena y para sus diputados, gobernadores y alcaldes recién electos en junio pasado.
Posiblemente, cuando el presidente mexicano planteó la consulta buscaba un interés político personal y partidista; hecho que pudo ser percibido por los adversarios y el ciudadano como una razón más de hiperpolarización de la sociedad, división que favorece la posición -del gran vengador- recuérdese como aquel que iba a castigar a los conservadores, a los “mismos de siempre”.
La pregunta original que presentaron ante el congreso de la federación, decía: “¿Está de acuerdo o no con que las autoridades competentes, con apego a las leyes y procedimientos aplicables, investiguen y en su caso sancionen la presunta comisión de delitos por parte de los expresidentes Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto antes, durante y después de sus respectivas gestiones?” Evidente la intención era usar un mecanismo democrático como la consulta, para fines políticos. Planteamiento que la Corte Suprema de ese país, cuando fue consultada sobre el contenido, emitió un concepto legal manifestando: “…que la consideraba un «concierto de inconstitucionalidades» por vulnerar la «presunción de inocencia -de los exmandatarios- y subrayaba que la justicia no se puede someter a consulta”.
Si bien la Corte respaldó la convocatoria a la consulta, prevista en el artículo 35 de la Constitución, propuso una pregunta un poco difusa para el ciudadano del común, pero que, no violaba ningún precepto jurídico. La corte aprobó en una votación dividida la siguiente pregunta: “¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes, con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”
Con más de 528 millones de pesos, cerca de $28 millones USD, gastados, más de 1.142 incidentes reportados y apenas 6.6 millones de mexicanos que se expresaron en las urnas, pudieran convertirse en el punto de inflexión que le haga entrar al presidente en una espiral descendente de su nivel de aprobación y respaldo popular.
La encuestadora Mitofsky en un trabajo realizado recientemente para el diario El Economista de México, refleja ente otras cosas que “…la aprobación del presidente disminuyó al pasar de 58 a 57% entre los meses de junio a julio y con lo que respecta a su nivel de desaprobación el tabasqueño tuvo un incremento al pasar de 41 en junio a 43% en el mes que terminó”.
Esta pequeña caída en su aprobación lleva varias semanas consecutivas, pero, el incremento de la desaprobación además de ser mayor, pudiera indicar, posiblemente, una tendencia al aumento en el reproche de la ciudadanía hacia su mandatario.
Es evidente que las mañaneras -conferencias de prensa matutinas y diarias- que realiza el presidente López Obrador, con su retórica y su ejército de medios “alternativos financiados”, hasta ahora le ha funcionado, logrando mantener el control de la agenda mediática y de los temas de debate público, pero, después de casi 3 años de gestión, con el pésimo manejo de la pandemia que ha provocado más de 241 mil fallecidos por covid-19, sin grandes obras que enseñar, con miles de empresas que cerraron y millones de mexicanos que pasaron a engrosar las filas de la pobreza, la retórica comienza a perder adeptos.
No es menos cierto que el presidente mexicano es recursivo, resiliente y que siempre ha logrado salir de las crisis en su larga carrera política, pero ahora, siendo presidente, teniendo mayoría en el congreso, teniendo su partido un gran número de gobernadores y alcaldes, debería aprovechar y realizar las grandes acciones que lo catapultarían en la historia del país, y falta que le hace. Es claro no se puede gobernar a punta de retórica, de comunicación y de tratar de controlar la agenda mediática del país, menos aún si esa retórica no está respaldada por acciones concretas.
El presidente fue electo para dar resultados, para mejorar la vida de los mexicanos, no para seguir haciendo politiquería, como lo intentó con la consulta popular, así que esa jugada política le salió mal y el tiro le salió por la culata.
Esperemos que esto lo haga reflexionar, apartándole de la hiperpolarización, de la división de la sociedad y de la estigmatización de los adversarios, de la banalización del voto, y comience a gobernar para todos los mexicanos por igual, como le manda la Constitución.
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