Por la irresponsabilidad de algunos, pagaremos todos.
Por: @OrlandoGoncal
Comenzamos el 2021 con la esperanza que genera la vacuna para el virus que nos puso a todos contra la pared en 2020. Sin embargo, quizás el simple hecho de que se tenga la vacuna y se comience a aplicar en algunos países, de manera incipiente, no debería ser motivo para bajar la guardia, pues aún estamos lejos de llegar al fin de la pandemia.
Para ensombrecer más el panorama vemos como muchos gobiernos de la región no logran atinarle a una comunicación gubernamental que, además de informar a los ciudadanos permita establecer un dialogo claro y sincero; aportándole una dosis de certidumbre y esperanza que no tiene el ciudadano desde que comenzó esta pandemia.
Desde el inicio de esta crisis los gobernantes entraron en un frenesí informativo, contribuyendo con la sobresaturación de información, secundados por la especulación de los medios de comunicación, situación que aún no termina, y seguimos observando elementos que continúan presentes, como los siguientes:
El primero fue entrar en el falso dilema de “Salvar vidas o salvar economías”. Ha sido evidente que con esas estrategias no salvaron vidas, y tampoco economías.
¿Cuántas vidas se habrían salvado si las medidas de distanciamiento físico se hubiesen implementado oportunamente, si no se hubiere dado marchas y contra marchas en decisiones de abrir, cerrar y abrir comercios, clubes, estadios, aeropuertos y ciudades sin la certeza de las consecuencias que hoy se están viviendo?
Otro elemento presente es que, muchos gobernantes no terminan de comprender que el objetivo de la comunicación de gobierno no es informar, -es comunicar-. Como se conoce, informar es agregar valor al contenido, situación que dificulta la retención de información para algunos ciudadanos; mientras que la comunicación genera sensaciones y sentimientos en el individuo, permitiéndole retener el mensaje, y, sobre todo, internalizar el diálogo entre ellos y los gobernantes.
Por otra parte, para algunos gobiernos parece que la prioridad es hacer sentir su autoridad, usando un doble mensaje, -hagan lo que yo digo, más no lo que yo hago-. Asombra ver funcionarios gubernamentales haciendo declaraciones, emitiendo decretos, sin embargo, ellos mismos violan las normas haciendo exactamente lo contrario a sus directrices enunciadas.
En otro orden de ideas, siempre leo con atención los escritos de Carlos Fara, -experimentado consultor político argentino- quien en un reciente artículo titulado “Somos como somos” comentó un concepto interesante, decía Fara: “Hay algo que en psicología se llama “homeostasis del riesgo”. Significa que los seres humanos tenemos un grado de riesgo que nos resulta aceptable y nos esforzamos por mantenerlo estable en nuestras vidas. Por lo tanto, si el riesgo se reduce en un área de la vida -como la aparición de los air bags- tendemos a ajustar nuestra conducta para aumentar el riesgo en otras áreas.”
Bueno, esto pareciera ser lo que está sucediendo con dirigentes y ciudadanos de varios países que han venido relajando las prevenciones contra el virus por el hecho de la existencia de la vacuna; el razonamiento es claro, la solución ya está cerca. Surge entonces la pregunta, mientras esa “solución” termina de llegar ¿Cuántas personas se contagiarán y cuántas fallecerán en la pandemia?
Manifiesto que título de este artículo literalmente se lo copié a Natalia Rojas, politóloga y consultora política Argentina, quien comentó en su Twitter, la irresponsabilidad de los ciudadanos al desconocer el virus, su capacidad de contagio, violando las directrices de los gobiernos, acelerando así la tasa de contagios y muertes. Definitivamente, muchos ciudadanos podrían estar en la clasificación del “homeostasis del riesgo”, con lo cual, definitivamente, tenemos un serio problema entre manos.
Ahora, observando el otro lado de la moneda, a pesar de que ésta segunda ola de contagios ha afectado a todo el planeta, quienes están sufriendo menores consecuencias son aquellos países que tomaron medidas oportunas desde que comenzó de la pandemia, fundamentalmente aquellos que se centraron en salvar vidas por encima de las economías. Gobiernos que llegaron rápidamente a acuerdos con la oposición, alejándose de las diatribas políticas a fin de enfrentar juntos las consecuencias del virus. Adicionalmente escucharon a los científicos para tomar las decisiones técnicas, administrativas y políticas, minimizando la improvisación y facilitando la comunicación asertiva.
Verdaderos líderes que se apegaron a la verdad y a la ciencia, informando los hechos con mensajes claros, simples y unidad de discurso, sobre todo, comunicando lo necesario de tal manera que lo entendiera el ciudadano, haciéndole sentir certidumbre, esperanza, y en especial, generando la empatía necesaria para lograr su comprensión y colaboración con el proceso.
En conclusión, la irresponsabilidad de algunos –gobernantes y ciudadanos- nos llevará a todos a pagar las consecuencias, sin embargo, seguimos aprendiendo de esta nueva realidad y, seguramente, así como en el pasado, la humanidad logró superar otras pandemias, esta no será la excepción y también la venceremos, pero nos toca imprimirle una alta dosis de sentido común a todas nuestras acciones de ahora en adelante y tratar de contagiar a nuestros gobernantes, con lo mismo.
Feliz 2021. Que este sea el año de la revancha, el año donde podamos realizar todos los proyectos que colocamos en pausa el año pasado. Vamos por él.