“Conmigo o contra mí”.
Usaron y gozaron de todos los beneficios que les dio el sistema democrático. Llegaron al poder usando todos los recursos que la democracia les ofreció, se sirvieron de ella, y ahora, que están en el ejercicio del cargo, por mandato del ciudadano, buscan la manera de torcer las normas, las reglas y hasta las leyes, para adaptarlas a sus reales saberes, entenderes o intereses propios.
Por: @OrlandoGoncal
Video Columna #18
La democracia es un sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho de este a elegir y controlar a sus gobernantes.
Tomando esa definición como válida, es alarmante entonces, escuchar a algunos mandatarios decir cosas como: “o están conmigo o contra mí”, pues el mandatario está de manera circunstancial al frente del gobierno, por delegación de una parte de los ciudadanos que le votaron. La raíz de la elección de ese funcionario -llámese presidente, gobernador, alcalde, presidente de la junta comunal- es que solo una parte del electorado le voto, pero debe gobernar para todos. Ese es el mandato que le fue otorgado y el que debe obedecer; mismo que, deben controlar los ciudadanos.
Sin embargo, con mayor frecuencia, algunos mandatarios una vez ungidos en su cargo, se olvidan del objeto del mandato otorgado, y comienzan a mostrar las señales de sus verdaderos intereses, intenciones autoritarias y hasta hegemónicas.
En tiempos recientes, el fallecido ex presidente Hugo Chávez fue uno de estos exponentes. Llegó a la presidencia de Venezuela con el voto popular, en una elección que nadie cuestionó. Recordemos que fue un militar -formado en democracia y que ésta le permitió estudiar y graduarse sin que le costara un centavo-
También recordemos que, se alzó en armas contra el Estado, fue derrotado y encarcelado, sin embargo, el sistema democrático le concedió un sobreseimiento, con el que recobró su libertad, y comenzó inmediatamente un recorrido por todo el país, en una campaña de más de cuatro años. Constituyó su propio partido político, con el que pudo competir en una elecciones libres, transparentes y democráticas, y así accedió al poder. Es decir, nuevamente el sistema democrático le dio todas las oportunidades. Pero, al poco tiempo comenzó la retórica de “o están conmigo, o contra mí” generando así un ambiente de polarización, del cual evidentemente se benefició.
Recientemente, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, también incorporó la misma retórica, declarando que “o se está con la cuarta transformación o en su contra”; la 4T como se le conoce, es el título de su proyecto político.
Recordemos AMLO estuvo en el PRI -Partido Revolucionario Institucional- luego paso al PRD -Partido de la Revolución Democrática- y luego funda su propio partido Morena -Movimiento Regeneración Nacional-.
A lo largo de su carrera política compitió y ejerció muchos cargos -todo al amparo del sistema democrático mexicano- lo que le permitió, después de tres intentos, llegar a la presidencia. Ahora, las reglas que usó para llegar al poder, ya no le convienen. Es decir, mientras usufructuó el sistema y éste le permitió escalar posiciones, las disidencias, las diferencias, los disentimientos, la diversidad de puntos de vista, eran saludables y democráticas; pero, ahora que está en el poder, se pliega al “o estás conmigo o contra mí”.
No son los únicos casos, lamentablemente. El presidente Trump, por ejemplo, es quizás, quien más disfrutó de las bondades del sistema. Ha sido un personaje que se formó dentro del sistema, lo ha exprimido al máximo, y ahora que está en el poder, a su manera también plantea el mismo dilema de “o conmigo o contra mí”. Tal vez, sean las razones por las que varios, altos ejecutivos de su gobierno, se hayan ido, casualmente, después de algunas diferencias con el presidente Trump.
Si nos vamos a Brasil, el presidente Bolsonaro presenta el mismo esquema que los anteriores. Un militar retirado que, antes de llegar al Palacio de Planalto, pasó por nueve partidos políticos, fue electo siete veces como diputado federal. Haber sido un militar, militado en casi una decena de partidos y ser reelecto seis veces al parlamento le fue posible porque el sistema democrático se lo permitió. Es decir, mientras usufructuaba las bondades del sistema, todo bien. Pero, ahora que es el jefe del ejecutivo, en plena crisis del coronavirus, ha cambiado a dos ministros de salud, y al de justicia, porque estos diferían de sus criterios.
También ha manifestado en reuniones que la ley es él, ha bloqueado investigaciones por corrupción contra una de sus hijos, desprecia a los medios, y cuando estos le preguntan por el número de fallecidos por el covid-19, él contesta con total desaire diciendo “…yo no soy sepulturero…” o, “… yo soy mesías, pero no hago milagros…”.
Lo interesante, y a la vez preocupante de estos cuatro casos, es que, todos llegaron al poder presentándose como anti sistema, aunque más del sistema no podía ser. Usaron y gozaron de todos los beneficios que les dio el sistema democrático. Llegaron al poder usando todos los recursos que la democracia les ofreció, se sirvieron de ella, y ahora, que están en el ejercicio del cargo, por mandato del ciudadano, buscan la manera de torcer las normas, las reglas y hasta las leyes, para adaptarlas a sus reales saberes, entenderes o intereses propios.
Mientras no estaban en el ejercicio del poder, los medios eran amigos, sus opositores, eran opositores, ahora son enemigos; las diferencias enriquecían, ahora son ataques políticos; los equilibrios y contrapesos de poderes eran garantías democráticas, ahora son trabas burocráticas que entorpecen su labor, o son usados por sus “enemigos políticos” para impedir realizar “su obra de gobierno”.
Como éstos cuatro casos, lamentablemente hay muchos más en nuestra región. El covid-19 los ha puesto al desnudo, ha salido a flote sus verdaderas vocaciones de poder, sus intereses y definitivamente no parecen estar alineados con el mandato que los ciudadanos les dieron en las urnas.
Sin embargo, no todo es malo. Es una brillante oportunidad para que los ciudadanos no tomen tan a la ligera la decisión de a quien le votan en el próximo proceso electoral. Es más, es el momento perfecto para comenzar a hacer contraloría social, sobre lo que están haciendo sus elegidos, para ayudarles a que, si se han salido de la ruta democrática, retomen el camino de la tolerancia, se enriquezcan con las críticas y el sano debate de ideas y, sobre todo, recordarles que el poder real está en manos de los ciudadanos.
“Conmigo o contra mí”, no es una expresión que pueda ser aceptada por quienes somos demócratas, pero, tenemos que hacérselos saber, antes de que estos gobernantes avancen más en ese peligroso camino del autoritarismo.