Elecciones ¿para qué?
Por: @OrlandoGoncal
Las elecciones son la esencia de toda democracia. Elegir y ser elegido es un derecho humano básico, establecido desde 1948 en la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas; que en su artículo 21, párrafo tercero, dice:” La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto”
Es por lo anterior que, en la Conferencia Mundial de Oficiales Electorales, desarrollada en Hungría, en septiembre de 2005, aprobó la iniciativa de celebrar anualmente el «Día de Elecciones Globales», y fijaron cada primer jueves de febrero para conmemorar dicha efeméride, contando con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas, entre otras organizaciones internacionales.
Ahora, lamentablemente con el paso de los años, las democracias han perdido respaldo de los ciudadanos y una de las expresiones se manifiesta en los niveles de abstención en las elecciones. Por otra parte, para muchos ciudadanos el simple hecho de votar les parece que han cumplido con su deber, cuando el ejercicio de ese acto es solo una parte de la ecuación de la democracia.
Votar es fundamental, sin dudas, pero en las últimas décadas se pasó de votar por la creencia en valores, ideas, emociones de empatía para con los candidatos; a votar con la motivación de hacerlo en contra de X o Y candidato, o votar para impedir que uno u otro candidato gane la elección, es decir, se vota con emociones negativas, y en muchos casos con irracionalidad.
Esta forma de votar, fundamentalmente en la región, ha generado pseudo líderes quienes, usando las instituciones democráticas accedan al poder, para luego, durante el ejercicio de la función pública atacar las instituciones para desprestigiarlas, desacreditarlas y llegar hasta su destrucción, para luego diseñar otras instituciones como trajes a la medida de sus intereses y pretensiones.
Los ejemplos en la región abundan. Venezuela y Hugo Chávez, Nicaragua y Daniel Ortega, México y López Obrador, EE.UU. y Donald Trump, Brasil y Jair Bolsonaro; solo por nombrar los más emblemáticos, pero los intentos suceden en casi toda la región, en especial cuando los parlamentos legislan para beneficiar a pequeños grupos de poder o para intereses propios, cuando los gobiernos buscan imponer normas que se adapten a sus conveniencias, cuando se manipulan los dineros del Estado en función de objetivos políticos o económicos grupales, o cuando se utilizan los apoyos del Estado como instrumento de control social y político, entre otros métodos.
Así que, es claro que las elecciones y hacer el ejercicio de votar son esenciales para las democracias, sin embargo, estas son solo una parte de la fórmula. El ejercicio pleno de la ciudadanía incluye el participar activamente en el debate público, hacer contraloría social sobre el desempeño y manejo de los dineros públicos en manos de los funcionarios del Estados -sean estos electos o nombrados- lo que es casi tan importante como el voto.
Cuando un derecho no se ejerce, la tendencia es a que ese derecho vaya menguándose, pues se va diluyendo en la cultura ciudadana y, aunque ese derecho este consagrado en la Constitución o las leyes, al no ejercerlo pasa a ser letra muerta.
Si a lo anterior se le agrega el ingrediente de las situaciones sobrevenidas -como la pandemia, por ejemplo- donde los gobernantes se vieron obligados a tomar medidas excepcionales, algunas de las cuales llegaron a cercenar o restringir derechos fundamentales de los ciudadanos, en aras de un bien mayor de protección del colectivo, y que luego de pasada la emergencia, muchos gobernantes mantuvieron ciertas medidas, pues con ellas tenían un mayor control social sobre la población, y al amparo de esas medidas usaron y abusaron de los recursos de los Estados, generando los escandalosos hechos de corrupción que se hayan visto. Entonces, nuevamente, las elecciones son una pequeña parte del sistema democrático.
El eje central de toda democracia es el ciudadano. Así que, si este desea que el sistema de gobierno democrático le proteja, le ofrezca bienes y servicios de calidad, oportunidades para que el ciudadano con su propio esfuerzo se supere y obtenga mejor calidad de vida para él y su familia, debe entender que, desentendiéndose de la política es el camino errado, que ir a votar es el ejercicio de un derecho que conlleva al deber de estar vigilante y cuidar el sistema que le da la libertad de ser protagonista de su propia vida.
Sino es así, ¿para qué elecciones?
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