Comunicación política en tiempos convulsos
Por: @OrlandoGoncal
El mundo evoluciona a una velocidad impresionante, generando un impacto significativo en la comunicación política moderna. Sin embargo, hay dos elementos que siempre estarán presentes en el tema y, sorprendentemente, tanto campañas como gobiernos no le prestan la debida atención. Una es la capacidad de pensar estratégicamente, y la otra, es el ciudadano, es decir el elector; quien en definitiva es el que tiene el “poder de decisión”, el poder del voto, para el caso de una elección o el poder de aprobar o respaldar la acción de gobierno.
También hay que decir que ambos han cambiado con el paso del tiempo. Pensar estratégicamente hoy tiene muchos más elementos y herramientas que en el pasado. Lo mismo ocurre con el ciudadano, hoy está más informado, tiene más canales de información, mayores necesidades, y sus aspiraciones y miedos son más complejos.
Ahora bien, esa necesidad de pensar estratégicamente tiene mucho que ver con enfocarse en los elementos claves que nos ayudan a desarrollar esa capacidad, pues en buena medida, de ello va a depender que se pueda producir una estrategia exitosa, y esta no es más que un plan de acción diseñado para alcanzar una meta particular.
Así es, un plan de acción que nos lleve a alcanzar la meta que se desea y, si hablamos de campañas electorales tendemos a pensar que es ganar, y no necesariamente es la meta, pues, quizás se quiera posicionar a un candidato para una futura elección, o tal vez se busca que cierta campaña, a sabiendas de que no tiene opción real de ganar, busque infringir daño a otro candidato para hacerle perder.
Por lo tanto, para afrontar una campaña, hay que estar muy consciente, y, sobre todo, tener claridad en los objetivos; lo cual se vuelve una parte fundamental para diseñar una estrategia. Sin embargo, es impresionante la cantidad de campañas que tratan de simplificar este proceso y llevarlo al solo hecho de que el objetivo es ganar, sin entrar a responder preguntas básicas como: ¿para qué?, ¿cómo?, ¿cuánto cuesta?, ¿están dadas las condiciones?, ¿estamos preparados?, ¿nuestra visión está alineada con la de los electores?
Pero además de los objetivos, debemos entender los distintos elementos que nos pueden ayudar a crear una estrategia. Esto implica que, debemos estar conscientes de lo multidimensional que es el proceso y, por lo tanto, tener claridad de que el pensamiento estratégico, además de complejo, requiere un gran esfuerzo para no dejarse contaminar por situaciones coyunturales, y por información que, si bien puede ser dada de buena fe por los dirigentes locales de la campaña, hay que profundizar y conectarse a las realidades subyacentes y, muchas veces, no evidentes del ámbito geográfico donde se actúa.
Queda claro por otra parte que, el pensamiento estratégico, no es, ni puede ser lineal; y que, el uso del sentido común -que en ocasiones es el más escaso de los sentidos-, así como el enfoque de la realidad, son elementos de vital importancia para poder establecer esa conexión con las realidades subyacentes, y que, en ocasiones no se logran ver en la superficie.
A pesar de la tendencia a banalizar la política, las campañas electorales son eventos de gran trascendencia, donde se juega el futuro de los ciudadanos y de las democracias; razones por las cuales no se pueden tomar a la ligera, y menos aún, improvisar; sobre todo, en estos tiempos tan convulsos, llenos de incertidumbres, y que, sin duda alguna, ha generado en los electores grandes cambios.
Entender esta realidad implica que hay que estudiar a fondo a los electores, haciendo uso de las herramientas que la comunicación política moderna aporta, para poder construir un mensaje capaz, no solo de conectar con el ciudadano, sino que, además de darle respuestas a sus angustias les transmita certidumbre y esperanza.
Logrando lo anterior, se facilitaría la tarea al elector para la toma de decisión bien informado, de por quién votar. Hoy día no basta con llamar su atención, para ganar el voto, hay que ayudarle al elector a tomar la decisión, y eso se hace informándolo, induciéndolo y seduciéndolo a lo largo de la campaña, paso a paso, y en este proceso no hay atajos, hay que seguir cada etapa de la ruta, si se quiere tener éxito.
Así que, las campañas relámpago con inversiones millonarias, la compra de votos, la entrega de dádivas a última hora de la elección, y todas esas viejas tácticas de la política del pasado, cada día además de ser más costosas, son menos eficientes.
Ganar una elección se hace a través de un proceso de construcción laboriosa, detallado, estudiado, fundamentado en un proyecto político capaz de transformar vidas, sociedades, ciudades, países, y eso toma tiempo, estudio, dedicación, esfuerzo y, sobre todo, una entrega total al proyecto.
La política con P mayúscula es algo serio, más aún en tiempos tan convulsos como los actuales.
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