¿Qué va mal en nuestro mundo, y qué podemos hacer?
Por: @OrlandoGoncal
Haciendo zapping en Netflix, me encontré con el documental “I am” del director de cine Tom Shadyac, quien después de una experiencia personal traumática, se planteó las interrogantes que escogimos como título de este artículo, y demás está decirles que, si no lo han visto, se los recomiendo.
El documental, a pesar de que ya tiene 10 años, sigue estando muy vigente y desde las inquietantes interrogantes iniciales, termina descubriendo lo que “el mundo tiene de bueno”.
Uno de los dilemas que aborda el documental, es que ha prevalecido la competencia, por encima de la cooperación, aunque ha sido esta última la que ha permitido que el ser humano y el mundo logren avances sin precedentes y que, en la actual situación que se vive hoy en el planeta, quedan claros los costos que ha tenido el darle preferencia a la competencia, sobre la cooperación.
Es innegable la crisis que la pandemia ha provocado. Economías devastadas, millones de personas han engrosado -y mucho- los porcentajes de pobreza y desempleo, millones de empresas quebradas, sistemas de salud completamente colapsados y desbordados, gobiernos que se tambalean, y todo por un virus que ha contagiado a menos del 1,5% de la población mundial y le ha ocasionado la muerte a menos del 0,02% de los habitantes del mundo.
Cuando se observan esas cifras es lógico que asalte la duda de que, ¿o el virus es supremamente poderoso, o el sistema político y económico del planeta, es bastante débil?, pues se vuelve difícil entender como con cifras tan pequeñas de contagios y fallecidos, el mundo entero esté en semejante crisis.
Regresando al documental, pareciera ser que el haber privilegiado a la competencia sobre la cooperación, definitivamente ha tenido consecuencias nefastas para las sociedades, como las que vemos hoy. El mismo documental, hace referencia al proceso de cooperación que usa la naturaleza y como ésta, de manera simple, día a día, demuestra que la cooperación y el tomar estrictamente lo necesario, hace que ella evolucione, y mantenga el equilibrio y la armonía. Es la misma cooperación que ha permitido al ser humano el desarrollo que tiene hoy día, cosa que ninguna otra especie ha conseguido.
Ahora, cuando se observa a los líderes de los gobiernos tomando decisiones en función de sus intereses personales o grupales, con el objetivo de bien beneficiarse ellos, o los grupos que los respaldaron económicamente en las campañas; cuando actúan en función de su beneficio político sobre la base del detrimento, y en ocasiones hasta de la destrucción de sus opositores; cuando se observa las decisiones que toman algunos gobernantes, carentes de empatía para con los ciudadanos, definitivamente, algo no ha estado bien, y sigue empeorando.
Son muchas las voces de expertos que llevan años diciendo que corremos el peligro de extinguirnos como especie de seguir depredando el planeta como hasta ahora, y esta pandemia, sencillamente ha puesto he evidencia que algo no está bien y que urge corregir el rumbo.
Cuando nos trasladamos a la vida cotidiana, los ejemplos abundan, y si nos referimos al liderazgo político, vemos como este se sigue quedando rezagado de la sociedad, actuando con las “técnicas” o más bien los artilugios de la politiquería barata del siglo pasado y, henos aquí, con un mundo en crisis.
Entonces, ante la primera parte de la pregunta: ¿Qué va mal en nuestro mundo?, parece que el diagnóstico es claro. Lo interesante es la segunda parte de esa pregunta: ¿y qué podemos hacer?
Sin dudas, en estos tiempos de incertidumbre, se vuelve fundamental, regresar a lo elemental, a lo que permitió a la humanidad lograr avances fabulosos, regresar a la cooperación, por lo que, el estilo de liderazgo deberá evolucionar y transformarse en un liderazgo integral, o sea más empático, que escuche más, que asuma íntegramente sus responsabilidades, comunicativo, solidario, coherente y cooperante, es decir que se rodee de los mejores y que coopere con todos, sin discriminación, sin sesgos políticos o ideológicos.
Estas cualidades les permitirían a los líderes tener una clara lectura de la situación actual, de cuáles deben ser las prioridades a atender y que tipo de políticas hay que implementar para construir un futuro mejor.
Pero para que ello sea posible, también el ciudadano deberá poner de su parte. En muchas ocasiones, los “líderes” son reflejo de los pueblos, así que la labor de construir un mundo más solidario, equitativo, justo y próspero, es una labor de todos.
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