Estrategia de “tierra arrasada”
Por: @OrlandoGoncal
Los hechos ocurridos en el Capitolio estadounidense el pasado 6 de enero confirman –una vez más- que la estrategia del presidente Trump pudiera ser la de tierra arrasada o quemada, la cual ha sido desarrollada con total predisposición.
La política de tierra quemada o de tierra arrasada, se refiere es una táctica militar usada en la antigüedad, la cual consistía en que el bando que se sentía ya perdedor, destruía absolutamente todo lo que podía ser de utilidad para su enemigo, como los campos de cereales y la infraestructura, cuando era inminente el avance del enemigo.
Todas las acciones y discursos del presidente Trump, insistiendo una y otra vez que hubo fraude, de que él ganó la elección, aunque nunca presentó pruebas y jamás logró demostrarlo, y a pesar de que las 60 demandas presentadas ante las cortes estatales y federales, no tuvieron éxito, es la clara demostración de que el objetivo era otro.
Por un lado, el 9 de noviembre, el presidente Trump constituyó el Save América PAC -Comité de Acción Política Salvar América- el cual está clasificado como un comité de acción política de liderazgo. Este tipo de comités de liderazgo, tiene restricciones más flexibles sobre cómo se puede gastar el dinero que recaudan, o sea, el presidente Trump está en libertad de gastarlo casi como quiera.
Por otra parte, las donaciones que hicieron sus partidarios a su «Fondo Oficial de Defensa de las Elecciones» en la letra pequeña de ese fondo estipula que, el primer 75% de cada contribución se destinaría a Save America, razón por lo cual el senador Ben Sasse, un republicano de Nebraska argumenta que el presidente y sus organizaciones aliadas han recaudado más de 500 millones.
Es claro que todo estaba pensado sobre la base del futuro político del presidente Trump. La pregunta es ¿Cómo ha tenido tanto éxito?
Una encuesta realizada por YouGov Direct a 1.397 votantes registrados el mismo día de los sucesos y que se habían enterado del evento revela que la mayoría -62%- de los votantes perciben estas acciones como una amenaza para la democracia. Sin embargo, entre los republicanos, solo una cuarta parte -27%- piensa que esto debería considerarse una amenaza para la democracia. De hecho, el 45% de los republicanos apoyan las acciones de quienes estuvieron en el Capitolio y más preocupante aún, uno de cada cinco votantes -21%- dice que apoya los acontecimientos en el Capitolio.
Aquí está el terreno fértil que el presidente Trump encontró desde el 2015, que sin dudas con su discurso estigmatizante, polarizante y divisor, le llevó a conquistar la Casa Blanca en 2016, pero que esta oportunidad, no le funcionó. Ahora, aquí lo preocupante es que uno de cada cinco votantes claramente no se siente ni representados ni identificados, con los partidos demócrata o republicano.
Allí está la brecha que, desde hace varios años se viene ahondando, y que con las acciones y mensajes del presidente Trump, sencillamente llegó a su cúspide el pasado 6 de enero, con el trágico saldo de cinco vidas perdidas y la más grave ofensa e irrespeto a la democracia y a las instituciones de ese país.
Lo más grave, es que el problema no es solo de los EE.UU., sino que los populistas y radicalizadores están regados por el planeta, y de todas las tendencias ideológicas. Como en otras ocasiones lo hemos mencionado, no estamos ante una Era de cambios, estamos ante un cambio de Era y lo que estamos presenciando es parte de esos desajustes y turbulencias de estos tiempos de transición.
Un enorme reto tiene el presidente electo Joe Biden, quien hasta ahora ha dado señales de entender que él será el presidente de la transición entre el pasado híper polarizador, estigmatizante y divisor, y el futuro de reconciliación, fraternidad y unión, por lo cual al haber obtenido los dos senadores de Georgia -donde, por cierto, nadie habló de fraude, en esta ocasión- le dan mayoría en la cámara del Senado y teniendo mayoría en la de Representantes, le permitirá, al menos los dos primeros años, no solo controlar la agenda legislativa, sino impulsar las políticas para la reconstrucción del país, devastado por la pandemia, con una economía muy afectada, con tasas de desempleo historias, pero fundamentalmente, una sociedad más dividida que en la Guerra de Secesión.
Si al presidente Biden le va bien en sus esfuerzos de reunificar el país, les irá bien a los estadounidenses, y seguramente, eso también se reflejará en nuestra región, restándole preponderancia a los populismos -de izquierda o de derecha-. Que así sea.
Foto: www.ultimahora.es