Virus discriminador
Por: @OrlandoGoncal
Al comienzo de esta pandemia, se dijo que, el covid-19 podía contagiar a cualquiera, que no discriminaba entre ricos o pobres, ni por sexo, raza, o religión. En ese momento eso parecía lógico, pues la facilidad con la que se propagaba, era enorme.
Sin embargo, con el pasar del tiempo, vamos encontrando, cada vez más datos, que nos indican que, no es así. El virus realmente discrimina y mucho. En el más reciente informe del Grupo de Investigación en Macroeconomía de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, analizó el patrón socioeconómico del covid-19, en el caso de Bogotá.
Los investigadores, a partir del cruce de variables, concluyeron que: “…los estratos más bajos, no solo tienen mayor riesgo de contagio, sino que, reciben, proporcionalmente, más comparendos -multas- por violación de las medidas sanitarias.” También encontraron, que las personas de estos estratos, piensan que, tendrán menor probabilidad de contagiarse, y desconfían más de que otras personas cumplan las medidas.
Adicionalmente, dice el informe que: “…los segmentos más vulnerables se exponen más, probablemente, por una combinación de sesgos cognitivos y mayor necesidad de movilizarse para garantizar su subsistencia”
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud, ha dicho recientemente que: “La pobreza, el racismo y la desigualdad, hacen que los más vulnerables, entre ellos los pueblos indígenas, tengan menos posibilidades de sobrevivir si se enferman de COVID-19”.
Como si esto fuera poco, es claro que, en los estratos más bajos de la población, la incidencia de enfermedades crónicas, como la hipertensión, la diabetes, las que, por lo general, son causadas por, el estilo de vida, y alimentación; y sumado al bajo nivel de los servicios sanitarios, hacen que, el virus haga mayor daño entre la población de menos recursos.
Entonces, los estudios muestran que, la percepción inicial, no es cierta, por el contrario, este virus es muy discriminatorio. Evidencia que, la pobreza y la desigualdad, son tan letales como el virus; y este, con el pasar del tiempo, ha aumentado la desigualdad y la pobreza.
Hace unos meses atrás, en otros artículos, comenté que, los problemas globales, requieren soluciones globales, y por ello, planteaba dos ideas, que, en mi opinión, deberían ser debatidas por los gobiernos. Una de ellas, la de una Constitución Mundial, como instrumento que permita a los países, tener las herramientas para actuar, ante circunstancias especiales, de manera colectiva; así, como un sistema de salud universal.
El caso de los EEUU, de Brasil y México, donde sus gobernantes han asumido la posición de negar la pandemia, ignorando todas las advertencias de la comunidad científica, que alertaba sobre la gravedad del problema; luego, el retraso en la toma de decisiones, y ejecutarlas a medias, con un costo muy alto para los países, es una muestra clara, de las circunstancias especiales que mencionamos anteriormente.
Pero, el problema es más grave. Si los Estados no toman medidas severas, para proteger sus ciudadanos, a la larga, estarán afectando al resto de los países; porque, como ya sabemos, la facilidad con la que se propaga el virus, se vuelve imperativo que todos los países actúen coordinadamente para enfrentar este reto, y los que vendrán en el futuro cercano.
Adicionalmente, deberíamos comenzar a construir el nuevo acuerdo social, el que será necesario, para evitar que la desigualdad se vuelva aún más severa de lo que ya es. Durante décadas, hemos mirado para otro lado, nos enfocamos en las cifras del crecimiento económico de los países, y hemos descuidado el crecimiento económico y social de los ciudadanos, y hoy estamos pagando las consecuencias, con altos costos.
No es posible seguir pensando que los actuales sistemas, económico, social y político, están bien, cuando más del 60% de la población de nuestra región, está en la economía informal, lo cual, en muchos casos los deja por fuera de los sistemas de salud y seguridad social, volviéndolos, aún, más vulnerables, tal como, lo ha demostrado esta pandemia.
Los nuevos liderazgos que hoy están esparcidos entre la sociedad y que, aún, no asumen su rol, se verán forzados a eclosionar y asumir su responsabilidad de constructores de un nuevo mundo; donde se reforme el Estado de Bienestar, y este pueda entonces, ofrecerle más y mejores oportunidades a todos los ciudadanos, para que estos, con su propio esfuerzo y dedicación, puedan acceder a una mejor calidad de vida, para ellos y sus familias, reduciendo así, las desigualdades que hoy tenemos en el planeta y, que la pandemia ha exacerbado.
El virus si discrimina. Así que, llegó el momento de hacer cambios, y si los actuales gobernantes no logran verlo, los nuevos liderazgos tendrán que acelerar el paso, para provocar los cambios requeridos.