De rodillas ante una corona
Por: @OrlandoGoncal
Durante décadas el mundo ha evolucionado a pasos cada vez más acelerados; tanto así que, en 30 años ha avanzado más que en los últimos dos siglos. Todos los días, los países y los ciudadanos luchan por tener más, pues quieren más, y, cuando decimos “más”, es más de todo, bienes, servicios, etc.
Pero, repentinamente, llegó a nuestras vidas algo tan pequeño que solo es posible verlo en un microscopio electrónico, y nos ha puesto de rodillas. El mundo se ha paralizado por este minúsculo virus llamado covid-19, sobre el cual se ha escrito mucho, y, se seguirá escribiendo, así que, me enfocaré en tres temas.
El primero es que, como especie “inteligente”, hemos ido depredando el planeta, dando prioridad a explotarlo para tener, satisfacer deseos, acumular, ser más poderosos y orgullosos de nuestros avances; hasta que llegó covid-19 y nos mostró que somos muy débiles, y como dice el refrán popular “En la vida, las pequeñas cosas son las realmente importantes”. Nos creíamos invencibles, habíamos llegado a la Luna, a Marte, nos sentíamos dueños del Universo y, de golpe, sin aviso, estamos todos encerrados y temerosos, que digo, asustados.
El segundo tema se refiere a los sistemas de salud a nivel mundial. En muchos países estos fueron privatizados, o semiprivatizados, tal vez sin unos parámetros mínimos de protección a los derechos del usuario, esto se evidencia en la inversión y la investigación que, en vez de crecer se ha reducido en muchos casos.
En países desarrollados con sistemas de salud robustos, eficientes, y a cargo del Estado, se enfocan más en la medicina preventiva. Sin embargo, Carissa F. Etienne, directora de la Organización Panamericana para la Salud, afirma que los avances en prevención de enfermedades no transmisibles, aún son inadecuados. Para ella, estos avances «dependen del compromiso político, en particular de los gobiernos nacionales trabajando de una manera multisectorial para poner la salud de las personas primero, antes que la política, las ganancias y la promoción personal». Aún con éstas falencias, todo indica que, en muchos casos, están mejor preparados que, en aquellos donde se ha cedido el manejo a particulares que se enfocan más en la medicina reactiva, que genera mayor rentabilidad.
La otra arista a observar es el económico. Recientemente la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo –UNCTAD- pronosticó que esta pandemia podría costarle a la economía global unos US$2 billones este año, provocando que los gobiernos inicien medidas para rescatar sus “economías” fondeando a grandes empresas para evitar la quiebra, otros autorizan despedir empleados para aminorar la carga. Y, algunos gobernantes se acordaron que existen los ciudadanos –electores- y, tomaron determinadas medidas para alivianar las penurias al ciudadano.
Pero, seguimos sin aprender. Después de la crisis del 2008, nadie se atrevió a modificar este esquema basado en un crecimiento sin límites en función del beneficio inmediato, el cual, a su vez, es alimentado por la economía financiera y la especulación de los mercados a corto plazo –causa de la crisis de 2008-.
El coronavirus ha demostrado que las fronteras son solo rayas en los mapas, líneas que él no ve ni respeta, tampoco distingue entre diversidad genética, religión, sexo, condición social, educativa o cultural, por lo que además de someternos, nos enseña la importancia de la solidaridad entre todos. Además, ha obligado a algunos gobiernos a la implementación acelerada de pañitos calientes para aliviar la crisis que ya tenemos encima, en vez de implementar verdaderas políticas públicas de corte social enfocadas al bienestar del ciudadano.
Quizás a partir de ahora podamos empezar una sanidad de calidad y acceso universal. La economía no es nada sin el ser humano, así que, poner el bienestar de los ciudadanos como prioridad, no es caridad o bondad, es una labor altruista que contribuirá en la cooperación eficiente y solidaria, en vez de la competencia desmedida.
Los problemas globales deben tener soluciones globales; que cada país tome medidas aisladas no es eficiente para eliminar el virus, ni recuperar las economías, y mucho menos la tranquilidad de los habitantes del planeta. Estamos ante un cambio en la correlación de fuerzas en la geopolítica mundial, momento oportuno para plantear soluciones globales, cómo frenar el -gasto militar en el planeta– es decir, -el gasto en matarnos unos a otros- que en 18 años se ha incrementado en 400% llegando a la cifra de US$ 1.7 billones, -cifra muy cercana a la referida por la UNCTAD dijo que costaría el virus- cuando pudiéramos estar invirtiendo esos recursos en mejorar la calidad de vida de todos, y no estaríamos hoy de rodillas ante el coronavirus.