Sin método, no hay paraíso.
Por: @OrlandoGoncal
La comunicación política moderna y las campañas electorales se han complejizado y especializado, al igual que lo ha hecho la sociedad.
Sin embargo, en pleno siglo XXI todavía hay campañas y candidatos que le apuestan a la improvisación, a las viejas prácticas de la politiquería barata. Lo grave de esto es que, si en una misma elección, todas las campañas se anclan en viejas y perversas prácticas, pues alguna terminara ganando y, por lo tanto gobernando, con las consecuencias que eso implica y que lamentablemente vemos a lo largo del continente.
Afortunadamente, los liderazgos más jóvenes comienzan a ganar espacio en la política, y, lo hacen adaptándose y aprovechando las herramientas que la comunicación política moderna les ofrece.
Por ello, una campaña electoral exitosa, comienza por el primer paso, partir de un método que permita aprovechar al máximo todas las herramientas disponibles, para lograr los objetivos trazados.
Para tales fines debe establecerse un método confiable, probado y eficiente, que permita de la manera más rápida y precisa construir la campaña electoral sobre bases absolutamente sólidas.
Cada campaña es única e irrepetible, así que hay que estudiar con profundidad en el entorno de lo que se está viviendo en el momento histórico preciso. Saber cuál es la realidad económica, social, política, del ámbito geográfico que nos ocupa, se vuelve vital. Hay que entender la historia de los hechos, el por qué y cómo se llegó a la situación actual.
Por lo tanto, estudiar en profundidad el entorno y conectarse con la realidad local, nacional e internacional es fundamental.
Por otra parte, dada la complejidad del mundo de hoy, la investigación se vuelve una herramienta esencial. Es tan necesaria como todos los exámenes de laboratorio que requiere un médico para poder emitir su diagnóstico y recetar los medicamentos necesarios y correctos. No importa los años de experiencia que tenga el médico, no importa que tan especializado sea. Para confirmar y corroborar su diagnóstico, debe tener una batería de exámenes médicos. En las campañas electorales es exactamente igual.
Es sorprendente cómo, aun, al día de hoy, hay candidatos que les cuesta invertir dinero en la investigación; en cambio, se preocupan por gastar en las vallas -espectaculares- en los afiches o volantes, pero no en investigar. Lo peor de todo, es que gastan en ese material promocional y tratan de transmitir un mensaje que su olfato, o el de sus allegados consideran es correcto, pero, una cosa piensa los que están en la arena política, y posiblemente, otras piensen los electores, quienes, a final de cuenta, son los que tienen el poder del voto en sus manos, y son los que toman la decisión de votar o no.
Adicionalmente, la definición de objetivos -claros y concretos- pareciera que es un punto obvio, pero, es sorprendente la improvisación que se ve en muchas campañas. En ocasiones no se hacen preguntas tan básicas como: ¿Cuántos votos se requieren?, ¿Cómo lo vamos a hacer?, ¿De dónde los vamos a obtener?, ¿En qué segmento están?, ¿Cuánto dinero requiere la campaña?, ¿Cómo y de dónde lo vamos a conseguir?, ¿En cuánto tiempo lo conseguimos?, ¿Cómo detenemos el crecimiento de nuestro -o nuestros- adversarios?, ¿Cómo magnificamos las debilidades de nuestro -o nuestros- adversarios y cómo potenciamos los atributos de nuestro candidato? ¿Cuáles son las distintas etapas de la campaña y que metas se deben cumplir?, ¿Cuál es la estrategia de la campaña? Son apenas algunas preguntas básicas a las que las campañas deben dar respuestas concretas si se desea ser exitosas.
Es muy difícil tener éxito en una campaña si se vive improvisando, trabajando sobre la marcha. Eso es una fórmula perfecta para un gran desastre.
El método para realizar una campaña es mucho más complejo y elaborado. Por razones de espacio sólo enuncié algunas características, la intensión es que el mensaje sea comprendido.
Tener un método, claro, concreto, preciso y probado, permite estructurar una campaña electoral desde sus bases de manera sólida, que potencialice las posibilidades de éxito y, además, cuesta lo mismo -en recursos y tiempo- hacerlo bien desde el principio, que improvisar.
Adicionalmente, el elector hoy es más educado, consciente e informado, más crítico y exigente, por lo cual, si la campaña no logra motivarlo, conectar con él, identificarse con sus sueños, aspiraciones, temores y, además de darles respuestas concretas, sencillamente esa campaña no tendrá éxito.
Las buenas campañas, podrán producir buenos gobiernos y estos, fortalecerán las democracias. Sin método, no habrá paraíso, simple.