La gradualidad de las acciones es clave.
Por: @OrlandoGoncal
Durante la campaña electoral se hacen ofertas orientas a captar votos, luego estas deben materializarse en el ejercicio del poder. Adicionalmente la nueva administración tendrá que enfrentarse, por un lado, a los nuevos niveles de expectativa -que en alguna medida ellos mismo ayudaron a generar- y, por otra parte, a la curva de aprendizaje y reacomodación por la que tendrán que atravesar.
Es así como muchos gobernantes inician su labor con los bríos que les da justamente el arranque de la gestión; sin embargo, dejan fuera de la ecuación elementos que no prevén, pero que, casi siempre, surgen en el camino, convirtiéndose en esas piedras que van domando esos bríos y bajando la intensidad del arranque de la gestión.
Ahora bien, según la Real Academia Española, gradualidad, significa “que está por grados o va de grado en grado” y cualquier acción que desee hacer un gobernante inexorablemente pasará por allí. El simple hecho de lanzar una idea, o, inclusive, firmar el ejecútese de una nueva ley, no hará que de la noche a la mañana todo cambie.
Lo anterior es claro en una democracia, puesto que, hay que debatir y socializar, y eso toma tiempo. El debate siempre enfrentará distintas visiones, pero si el enfoque se hace sobre lo positivo, sobre lo que las distintas partes están de acuerdo, la socialización avanza y es más fácil entonces buscar alternativas y puntos intermedios para las aristas sobre las que hubo desacuerdos.
En el caso del presidente Gustavo Petro de Colombia, no hay duda que quizás, tanto él como varios de sus ministros, pareciera que no han tomado en consideración el factor de la gradualidad, y eso puede socavarle el piso de gobernabilidad que logró construir con las alianzas con algunos partidos, inclusive con aquellos que le llagaron a ser contradictores en el pasado.
El presidente Petro, propuso una reforma fiscal, la cual después de sufrir varias modificaciones fue aprobada de manera rápida; pero, ahora plantean reformas al sistema de salud, pensiones, laboral, energético, a la justicia, y todas con elementos que seguramente generarán polémica y debate por los intereses económicos y políticos que llegarán a tocar.
Nuevamente, hay que regresar a la gradualidad, al debate y la socialización si se quiere avanzar en las reformas, pero parece que, tanto el presidente Petro como algunos de sus ministros, no logran entender los beneficios de la gradualidad.
Sumado a lo anterior, se tienen las contradicciones que se suscitan entre ministros y altos funcionarios, pero, más grave aún, estas contrariedades se están dando públicamente, generando efectos negativos para la administración en los niveles de confianza de la población.
Cromosómicamente el ser humano se opone a los cambios. Es más sencillo seguir haciendo las cosas como siempre se han hechos, pues los cambios implican, quizás, entrar en algo desconocido, y eso al cerebro humano no le gusta, y si además, quienes proponen los cambios expresan públicamente sus diferencias, eso no contribuye a generar confianza en el ciudadano.
No hay duda de que muchas de las propuestas de reformas hasta ahora tienen buenas intenciones, están orientadas a combatir la desigualdad social, pero, no basta con tener claro el “qué” se quiere hacer, deben ir más allá, y tener claridad en el “cómo” van a implementar esas reformas, y hasta ahora, pareciera que hay un vacío; o bien los funcionarios no tienen claro el camino, o no han sido capaces de comunicar correctamente.
Dice un adagio popular “las buenas intenciones no preñan” y por muy buenas intenciones que tengan las reformas propuestas, si no hay claridad en el “cómo” implementarlas, si no se entiende el concepto de la gradualidad, que los cambios requieren tiempo, que la socialización de las ideas es fundamental para que la ciudadanía vaya interiorizando las bondades del cambio, entonces esta administración posiblemente se enfrente a la perdida de la confianza de un segmento importante de los ciudadanos, lo cual incidirá de manera directa en la gobernabilidad del país, y más aun, en el avance y profundidad de los cambios propuestos.
Es claro que el presidente Petro logró un avance con la reforma fiscal que le proporcionará los recursos para financiar los programas sociales, pero, quedarse en esos apoyos y no avanzar en las reformas estructurales que requiere el país sería desperdiciar la oportunidad para poner a Colombia a la vanguardia en calidad de vida en la región Latinoamericana. Claro, avanzar es una parte y el tiempo dirá si las reformas generaron los cambios pretendidos.
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