Coherencia y poder.
Por: @OrlandoGoncalves
En tiempos tan convulsos como los actuales, donde las incertidumbres son enormes, donde los escenarios mundiales y regionales cambian a velocidades asombrosas, nos indica que estamos en presencia del fin de una era y sin dudas en la transición hacia una nueva era, lo que implica que los líderes -políticos, económicos, empresariales, religiosos, académicos, sindicales, etc.- tienen que evolucionar a paso acelerado para adaptarse a los nuevos tiempos.
El liderazgo, es el ejercicio de una responsabilidad tal, pues ejerce la habilidad de influir y conducir a un grupo de personas, por lo que el líder debería priorizar los intereses del colectivo frente a los propios o grupales. Sin embargo, lo que se observa, fundamentalmente en nuestra región es todo lo contrario, es decir se anteponen los intereses individuales o grupales a los colectivos, aunque para escalar posiciones se haya pregonado lo contrario.
Esas actitudes contrapuestas sin dudas le han estado haciendo mucho daño a las democracias y por ello, entre otras cosas, el respaldo ciudadano a sus democracias viene en una tendencia peligrosa hacia la baja.
Parte del problema está en cada vez es más difícil encontrar líderes coherentes, líderes que prediquen con el ejemplo, en vez de vivir en un constante proceso de manipulación.
La coherencia es un elemento fundamental para el ejercicio del poder, pues eso hace que el líder resulte creíble, íntegro y logre estimular sin esfuerzos adicionales a la sociedad que lidera, pues esa coherencia le viene dada por principios y valores que ha cultivado a lo largo de su vida, desde el hogar, pasando por el sistema educativo, y por la práctica y el ejercicio profesional
Según la Real Academia de la lengua, la coherencia es la “actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan”, o dicho de otra manera es aplicar lo que se predica, sin embargo, es muy común que lo que más se predica es lo que más se debe aprender, y allí radica uno de los grandes drama del liderazgo de hoy día, puesto que en estos tiempos de cambios tan profundos y rápidos, la capacidad de aprender y desaprender, para poder aprender nuevamente a la velocidad de los cambios, se vuelve fundamental.
Adicionalmente, el líder coherente es aquel que, en determinadas situaciones en lugar de hacer lo que cree, lo que le resulta más fácil y beneficioso a sus intereses, analiza las consecuencias y los beneficios que sus decisiones puedan tener sobre el colectivo social que lidera para evitar impactos no deseados o nefastos en el tiempo.
La falta de coherencia en un líder más temprano que tarde se hace evidente, puesto que, esta es como la edad al final se acaba notando, y no hay manera de ocultarla. Es así como la incoherencia hace que el líder se obligue a vivir de mentira en mentira, generándole una montaña rusa emocional; con el agravante de que detrás viene una gran bola de nieve llena de mentiras y falsedades que, con el tiempo, se hace más y más grande y en algún momento terminará por arrollarlo, y es allí, cuando se caen esas figuras que aparentemente eran fuertes.
Esa falta de sinceridad lo lleva a no tener coherencia para tomar decisiones, con lo cual hace que, si es que llegar a tomar decisiones, estas serán decisiones a medias, incompletas y quizás hasta extemporáneas. Como si esto fuera poco, entonces esa falta de consistencia entre lo que se dice y lo que se hace, le obliga a estar en constante modo de manipulación, llevándolo a tal punto que, en algún momento los artificios ya no son solo en el ejercicio del poder, sino que se apoderan de todos los aspectos de su vida.
Los líderes de los nuevos tiempos deberán ser aquellos que tenga la capacidad de construir, en vez de destruir, que unan en vez de dividir, que estimulen a las sociedades para ser mejores, que den ejemplo, que consigan que sus liderados confíen en ellos, y que además logran que confíen en sí mismos.
Entonces, los líderes que tendrán éxito en el futuro cercano y a largo plazo serán aquellos que entiendan que la coherencia en todos los aspectos de su vida inciden en el ejercicio de su liderazgo y en el ejercicio del poder; por lo tanto, deben honrar sus acciones predicando con el ejemplo; puesto que como guías y constructores de sociedades deben ser coherentes entre lo piensan, lo que dicen, lo que sienten y lo que hacen. Después de todo, nadie los obligó a ser líderes.
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