¿Y los ciudadanos, dónde los dejan?
Por: @OrlandoGoncal
A riesgo de parecer reiterativo, manifiesto mi sorpresa al ver cómo muchas campañas, inclusive, campañas presidenciales, se pierden en los egos, enfocándose en los candidatos y no en los ciudadanos.
Es increíble que, en pleno siglo XXI y apenas a 40 días de la primera vuelta presidencial en Colombia, los principales candidatos se enfoquen en ataques, en dimes y diretes, como si este torneo electoral se tratar de ellos y no de los más de 50 millones de colombianos.
Las últimas dos semanas de estas campañas han sido, por lo menos sorprendentes, pues, además de carentes de emoción, con paginas web’s planas, sin creatividad; con una comunicación digital de copy paste (copiar y pegar), es decir igual en para todos los canales, sin tomar en cuenta que cada canal tiene su target específico y, por ende, una manera particular para comunicar, cuando lo hacen.
Sumado a ello, los candidatos siguen en recorridos y canales tradicionales, abrazando, besando y hablándole al ciudadano a la manera del siglo pasado. Pero, ¿acaso se detienen a escuchar a la gente?, ¿entienden lo que los ciudadanos sienten, viven, o anhelan? Mientras la franja del electorado a conquistar es grande, más del 30% de los electores aún no han definido su voto.
¿Cómo se puede ofrecer respuesta a las necesidades de los votantes si no los escuchan? ¿No son capaces de ponerse en su piel, para sentir y vivir lo que ellos viven?, ¿No son capaces de entender la pirámide de Maslow, o la jerarquía de las necesidades humanas?
El fenómeno no es exclusivo en Colombia, atención con eso, lo venimos viendo en muchas campañas en la región, en el comportamiento, la forma de actuar y hacer política en el día a día de muchos dirigentes, y preocupa, pues pareciera que la desconexión de los dirigentes con los dirigidos va en aumento.
En ocasiones los candidatos con sus actuaciones desenfocadas o sus discursos con doble intensión, atacan en vez de responder los cuestionamientos que le hagan los medios de comunicación; arremeten contra el sistema judicial porque no les agradó o favoreció una decisión judicial; usan la amenaza para evadir el debate sano y respetuoso; embisten contra el sistema de pesos y contrapesos del Estado; siembran dudas y socaban la credibilidad del árbitro electoral; todo ello, además de agredir la democracia, incita que el ciudadano se incline cada vez más por la opción de votar en contra de un candidato, en vez de hacerlo a favor del candidato de su preferencia por convicción.
Esto estimula una serie de emociones negativas como la frustración, ansiedad, enojo, miedo, paranoia, incertidumbre, tristeza, que arrincona al ciudadano en un esquema de pensamiento limitado, donde se vuelve presa fácil para llevarlo a votar contra un candidato en vez de hacerlo a favor de otro.
Es simple, requiere menos esfuerzo estimular lo negativo que lo positivo y muchos dirigentes ante su propia falta de consistencia, de profundidad en sus planteamientos, de creatividad en las soluciones a ofrecer a los ciudadanos, de integridad de sus valores, buscan el camino fácil para acceder el poder, sin importarles que por esta vía estén socavando la democracia y que quizás, en algún momento, ellos mismos sean victimas de la falta de democracia.
Las campañas electorales deben ser eventos que estimulen la esperanza de la gente, eventos alegres que les permitan a los ciudadanos contrastar las distintas propuestas y alternativas que, con ello, logren ver la luz al final del túnel y entiendan que, con su participación, es posible construir un futuro mejor para ellos, y para sus familias.
Como ya dijimos, pareciera que muchos candidatos no solo no entienden la pirámide de Maslow y lo que ella implica en el desarrollo y la evolución del ser humano, sino que con su actuar muchas veces irrespetan la dignidad de la persona humana.
Estoy claro que no es poca cosa la que estoy diciendo, pero si se quiere construir ciudadanía, sociedades más equitativas, justas y solidarias, tenemos que abandonar el estímulo a la construcción de movimientos disolventes y volver a crear movimiento integradores, que estimulen la participación ciudadana, donde todos sean escuchados y, sobre todo, donde se generen oportunidades que permitan el desarrollo de los ciudadanos por sus propios esfuerzos.
Quizás algunos puedan llegar a pensar que me desvié del tema central que eran las campañas, pero sobre lo que quiero llamar la atención es el efecto que estas campañas sonsas, aburridas y fuera de foco pueden terminar ocasionando.
Las campañas electorales, son sinónimo de alegría, de euforia, de participación, escucha, integración, de propuestas y, en el caso colombiano, aún están a tiempo de hacer ese giro.
Imagen: https://www.france24.com/