Los vacíos en política no existen.
Por: @OrlandoGoncal
En política no hay espacios vacíos. Si por alguna circunstancia sucediere, siempre habrá alguien que los llene; eso fue lo que hizo Donald Trump en 2016. Había un vacío de liderazgo y los partidos -demócrata y republicano- no lo avizoraron, razón por la cual Trump fue desplazando uno a uno a los 16 precandidatos que enfrentó en su momento, hasta llegar a la meta.
Cuatro años después, la situación producto de la pandemia, se volvió, algo distinta. Observando las encuestas, hasta principios de febrero Trump seguía llenando ese vacío de liderazgo, y estaba cómodo en esa posición. Sin embargo, el pésimo manejo de la pandemia fue llevando al país a tener el mayor número de contagios y fallecidos en el planeta; castigando de manera importante la economía, y, por ende, a los ciudadanos, en especial, a más de la mitad de esos ciudadanos que tienen una capacidad de ahorro de solo el 5% de sus ingresos.
En ese escenario, Joe Biden comenzó a subir en las encuestas de manera sostenida, por lo cual, desde las protestas por el asesinato George Floyd, comencé a observar con detenimiento las encuestas estado por estado, apoyándome en varios proyectos de seguimiento a las elecciones, revisando el humor social en las redes; cruzando información y debatiendo con distintos colegas, revisando distintos modelos matemáticos, lo que me permitía generar variedad de escenarios; por último, completando la información con el análisis de los pronósticos y tendencias de las casas de apuestas -esta última labor, con la ayuda de mi amigo José Gregorio Sánchez-, logrando prever el resultado final, acercándome al número de delegados que cada candidato podría obtener, y osadamente lo publique el pasado 28 de octubre en el artículo de opinión titulado “Chile y EE.UU. en momento cruciales”.
Allí comente que “…en el peor escenario para Biden, obtendría 294 voto electorales, y en el mejor escenario para Trump, podría obtener 244”, y ciertamente logre acercarme. Ahora esa aproximación es del pasado, de momento lo que llama mi atención es que, Biden superó por nueve millones la votación obtenida por Clinton en 2016, pero más asombroso aún, con todas las circunstancias adversas el presidente Trump sube su votación con respecto a 2016 en siete millones de votos. Adicionalmente se observa que los demócratas obtienen mayoría en la Cámara de Representantes, pero con retroceso respecto al 2018, y está en duda si alcanzaría mayorías en el Senado; Panorama que deja claro que, los liderazgos en los estados y condados no lograron desmontar la retórica del presidente Trump, ni llenar los vacíos que la pandemia estaba dejando en el espectro político.
Por ello, considero que una parte de la votación de Biden está compuesta por el voto natural demócrata, y otra, no menos importante, por el voto anti Trump, que, dicho sea de paso, solo Biden podía aglutinar. Por otro lado, la votación de Trump está compuesta, sin dudas, por el voto republicano, pero, otra parte, seguramente importante, es una votación natural del presidente Trump.
Viendo este escenario, es claro que los partidos políticos norteamericanos no están logrando conectar con buena parte de la población, hecho que le dejó espacio a Donald Trump en 2016 para hacerse de la Casa Blanca; y, en el 2020, a pesar de cuatro años sin grandes logros visibles, con un discurso polarizante, agresivo y, según el Washington Post, con mentiras y falsedades, en promedio de 50 diarias, logra, sin embargo, aumentar su caudal electoral en siete millones de votos.
La frase “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud” de -autor desconocido-, posiblemente es aplicable al presidente Trump, pero de eso comentaremos la próxima semana. Por ahora, sigo estudiando el tema de la “híperpolarización” esparcida por varias partes del planeta, generado conflictos y divisiones entre los ciudadanos. Vale la pena recordar que las grandes guerras han tenido lugar después de procesos de polarización, división y estigmatización entre los ciudadanos; así que, estos procesos “globales” que hoy vivimos, pueden desembocar en un conflicto, del cual, la humanidad, posiblemente, se arrepentirá.
Fiel a su estilo el presidente Trump, desde antes de las elecciones, cuestionó el sistema electoral, y transcurrido más de una semana, sigue cuestionándolo, sin presentar pruebas hasta ahora. Flaco favor hace a la democracia, dividir más la sociedad.
Roberto R. Aramayo, profesor de Investigación del Instituto de Filosofía en Madrid -IFS-CSIC, en su artículo publicado en el portal ethic.es dice: “Un muro de Berlín simbólico en términos ideológicos es lo que levantan cada día los dogmatismos de turno, al margen de cuál sea su signo. La convivencia no admite limitarse por la presión ambiental a confirmar las propias convicciones y despreciar las ajenas, cuando el único modo de avanzar es consensuar las discrepancias.”
El récord histórico de participación, más de 145 millones de norteamericanos se manifestaron en las urnas, y un número significativo fue de los jóvenes, los llamados a llenar esos vacíos que existen en la política nacional, así que, esperemos que esos nuevos liderazgos surjan y logren derribar ese absurdo y dañino muro de la hiperpolarización y el odio, para luego construir puentes que acerquen a todos los ciudadanos.
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