El G20 a ritmo de tango, marca un cambio de Era para la región.
La semana pasada, Argentina fue el anfitrión del principal espacio de deliberación política y económica del mundo, la reunión del G20. Sus miembros representan el 66 % de la población mundial y el 85 % del producto bruto mundial.
El foro reúne a 19 países de todos los continentes -Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía. Además, cuentan con la representación de la Unión Europea, así como 14 organizaciones internacionales socias, cuyas presidencias también integran éste foro (Naciones Unidas, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Consejo de Estabilidad Financiera, Organización Internacional del Trabajo, Organización Mundial de Comercio y Organización Mundial de la Salud y, adicionalmente también participan algunas entidades regionales).
Estos tomadores de decisiones se sientan una vez al año a discutir el futuro de la humanidad, decisiones que nos afectan a todos.
Bajo el lema de «Construyendo consenso para un desarrollo justo y sostenible», el G20 emite documento que plasma metas y acciones a cuestiones álgidas como el comercio internacional, el cambio climático y la protección del medio ambiente, el avance tecnológico, la lucha contra la corrupción, objetivos globales sobre educación, salud, igualdad de género y protección de la fuerza laboral.
Quizás, de los temas que se discutieron, en el que mayor énfasis realizaron fue la preocupación por el futuro del trabajo. La robotización de la economía es una realidad actual; hace apenas unos años, un robot costaba más o menos el salario de cinco años de un trabajador. Entonces, reemplazar un humano por un robot, representaba una gran inversión, con el riesgo de que, con la rapidez de los avances tecnológicos, quizás ese robot, estaría desactualizado antes de que se pudiera amortizar y rentabilizar su inversión.
Hoy un robot cuesta un poco más de un año de salario de un trabajador, y se calcula que, en un par de años el precio pueda bajar. Según los expertos, dentro de 5 a 8 años el 50% de los trabajos podrían ser realizados por los robots; maquinas que, no tiene costos por vacaciones, no se enferman, no hacen huelga, no piden aumento salarial, no se jubilan. Representarían una producción posiblemente más eficiente y a menor costo. Desplazarían mano de obra y puestos de trabajo de gran población en el mundo, pero, harían más accesible los bienes de consumo a la población.
Estamos frente a la Cuarta Revolución Industrial. Los modelos arcaicos de muchos Estados no están preparados para afrontar este desafío, aún no hay conciencia del deber de realizar cambios transcendentales que beneficien el transito social. Comenzando por revisar el modelo de educación, actualizar la enseñanza que se imparte desde hace más de 50 años, aprovechando modernizar la mentalidad y adecuación del individuo a las nuevas realidades del futuro cercano.
La situación en la región es preocupante, aquí debemos recordar las palabras del fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, cuando dijo, “… esta nueva revolución no solo cambiará lo que hacemos sino también lo que somos como personas”. Por lo tanto, el cambio es responsabilidad de todos los estamentos vivos de la sociedad, de ello dependerá el aprovechamiento de los beneficios que la revolución trae a las nuevas generaciones.
Ahora, que el G20 se haya reunido en Latinoamérica por primera vez, puede ser buen síntoma. Los países desarrollados ven la región como una posibilidad de desarrollo de una economía emergente, por sus fuentes de riqueza natural, la que, evidentemente los poderosos quieren para sí, pero, si Latinoamérica juega inteligentemente, puede sacarle provecho y superar el rezago que tiene a la fecha.
Al ver la dimensión de la cumbre, queda claro que, Argentina lo entendió, y se jugó sus cartas a ritmo de tango. Les dijo a los grandes, aquí estamos, y tenemos la capacidad de competir y hacer sociedades incluyentes para el desarrollo conjunto.
Más allá de las declaraciones formales de los mandatarios, nuestros líderes en la región deben mirar al igual que lo hizo Argentina que, las oportunidades están ahí, y pueden ser tomadas para lograr superar la pobreza y desigualdades, para brindar mejor calidad de vida a los ciudadanos, insertando con particular énfasis aquellas personas que ocupan posiciones menos privilegiadas, garantizando el crecimiento para un futuro mejor de la región.
Es evidente que estamos en un cambio de Era, eso es más profundo, radical y transformador que solo una Era de cambios. Entenderlo es primordial para la dirigencia Latinoamericana.
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