Campañas incoloras e insípidas.
Por: @OrlandoGoncal
El pasado lunes este diario La Estrella de Panamá publicó en su editorial, una fuerte crítica, no solo a las campañas que se desarrollan en Panamá, sino que, fue más allá y, cuestionó la nueva ley electoral.
El editorial mencionaba que, una de las causas por las que las campañas fueran sosas e incoloras, estaba en las prohibiciones que la ley establece, así como que, la inversión publicitaria se haya desplazado a las redes sociales –Twitter, Instagram, Facebook y Google- y adicionalmente el hecho la Corte Suprema de Justicia aún no se pronuncie sobre el tema de la veda de las encuestas.
Por lo general, cuantas más regulaciones y prohibiciones existan, más complicados se hacen los procedimientos; en vez de garantizar y transparentar, pueden éstos, terminar entorpeciendo, y de alguna manera, hasta vuelven menos democráticos los procesos; limitándole al ciudadano el acceso a la información, a enterarse de las tendencias electorales, nada más y nada menos que, en el último tercio de la campaña, pues, si la misma es de 60 días y en los últimos 20 no se puede publicar encuestas, sencillamente se le esta cercenando al elector la oportunidad de informarse.
Países como los Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Australia y Japón, no tienen ningún tipo de restricción en este aspecto. En nuestra región hay plazos pero, son menores. Por ejemplo, en Colombia son 7 días; México, 5 días; Costa Rica 3 días; Argentina 2 días.
Ahora bien, en términos generales, puedo coincidir con el editorial, pues, reitero, entre más regulaciones más restricciones, menos democracia. Pero, también, no es menos cierto que, una buena campaña, debe tener la capacidad de, -entendiendo las limitaciones y regulaciones que la ley le impone y, sin violar la misma-, ver lo mucho que se puede hacer para establecer la conexión emocional necesaria con el elector.
Una ley extremadamente prohibitiva, puede ser un problema, pero jamás una excusa para que la campaña sea sosa, incolora e insípida. La pregunta es, ¿Queremos seguir haciendo lo mismo de siempre, aunque el mundo haya avanzado más en los últimos 30 años que en los dos siglos anteriores?
Bueno, si queremos seguir haciendo lo mismo, los resultados, indistintamente de lo prohibitivo o liberal que sea la ley, serán campañas pobres que difícilmente conectarán con el elector.
Lo que hasta ahora se observa en las campañas, es que, pareciera que no logran entender lo complejo que se ha vuelto el proceso de toma de decisión del elector. Décadas atrás bastaba con posicionar la imagen del candidato, hacer una oferta electoral y luego solicitar el voto.
Hoy el proceso es mucho más complejo, y toma mayor tiempo. Por lo general el elector promedio no tiene gran interés en conocer a tantos candidatos y sus ofertas. Tal vez considera que, llegue quien llegue, su vida seguirá siendo la misma. Es decir, probablemente deba salir de su casa muy temprano, tomar trasporte para llegar a su trabajo, laborar para recibir un salario que quizás no le alcance para satisfacer las necesidades y aspiraciones de su familia; luego, tomar uno o dos sistemas de transporte de regreso, cinco días a la semana, cada mes, cada año.
Así es que, conocer a un candidato no es algo prioritario para ese elector. Como dijimos anteriormente, el proceso se ha complejizado. Hoy en día, la primera etapa está en llamar la atención del elector. ¿Cómo? Planteando temas de interés –al elector-, temas que para él sean realmente importantes; eso despertará su curiosidad, su interés, sobre quién es el personaje que está hablando de lo que a mí –elector- me interesa.
Es aquí donde cabe preguntarse, ¿los candidatos –en todos los niveles y en todos los partidos- están planteando una conversación basada en los temas cotidianos y de interés de los ciudadanos? O, están enfrascados en embellecer “Sus” propuestas, el ropero y la pose para las Selfies.
Superada esa etapa, podrá comenzar el trabajo de identificación del nombre –en buena medida, lo hará el ciudadano que ya identifico “a él yo le intereso”- luego, pasar a la etapa de la construcción de la imagen positiva, y en paralelo minimizando los negativos, y trabajar la profundidad de la imagen, solidificar la conexión entre los intereses de los electores y la imagen positiva, junto con los atributos del candidato. Para, solo entonces, llegar a la intención del voto, que, a su vez, deberá evolucionar a la solidez y posterior concreción del voto.
Así que, entendido este proceso, sus etapas y las herramientas de la comunicación política moderna ofrece, no tendría por qué haber campañas sosas, incoloras e insípidas.