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Opinión
COLUMNISTAS 12:02 a.m. jueves 31 de agosto de 2017
COLOMBIA Y SU LABERINTO
Los partidos políticos han sido, son y, seguirán siendo una parte medular de los sistemas democráticos.
Su Santidad el papa Francisco, en escasos días estará de visita en el país, hecho que algunos analistas consideran será la bendición papal al proceso de Paz que recién comienza.
Paralelamente, la carrera presidencial que celebrará elecciones en mayo del 2018 está en pleno auge, con —hasta ahora— 30 aspirantes a suceder al presidente Santos.
También está —como en buena parte de Latinoamérica— el caso Odebrecht, haciendo estragos en la credibilidad de muchos actores políticos y sus respectivos partidos. Este caso seguramente traerá muchos más implicados en los casos de corrupción y con ellos, un mayor desprestigio de la clase política.
Ahora bien, el foco sobre el que quisiera centrar mi atención está en una nueva modalidad de los sistemas políticos, donde se está poniendo de moda la postulación a cargos de elección con el respaldo de firmas de los ciudadanos.
Si bien la intención de esta modalidad es permitirle al ciudadano que no milite en un partido político, tener una vía para participar en política, para sus defensores, es ahondar y fortalecer los sistemas democráticos, para sus detractores, puede ser la apertura del sistema a figuras que juegan a la antipolítica. Ambas opiniones deben ser consideradas. En lo personal, la vía que permita al ciudadano participar sin tener que amarrarse a la disciplina o ideología partidista, es una oportunidad para fortalecer la democracia, valga la redundancia, democratizando los sistemas electorales.
Se puede estar de acuerdo o no con la anterior afirmación, pero lo que es absolutamente perturbador es que, los partidos políticos invadan esos espacios y pretendan adueñarse de esta vía como herramienta para sus intereses.
Recientemente varios de los precandidatos presidenciales colombianos, han resuelto que entrarán a la carrera presidencial por este método. Lo están haciendo inclusive quienes, no solo militan en un partido, sino que fueron su fundador. Es decir, fundaron un partido, participaron en varios procesos electorales, tienen alcaldes, gobernadores, representantes (diputados) senadores, son jefes indiscutibles de su partido, pero van por firmas…
Es evidente que, ante el desprestigio y la poca credibilidad que tienen muchos partidos y sus principales actores, ahora recurran a este perverso subterfugio (Escapatoria o medio engañoso y hábil para solucionar una situación difícil, escapar de un problema o peligro o eludir algo. RAE) para tratar de darse un barniz ciudadano y marcar distancia de sus propios partidos y de los problemas que los empañan.
En conclusión, podría ser un engaño lo que pretenden hacer. Por ejemplo, ¿quiénes van a recoger las firmas?, ¿de quién será la logística y la financiación de esa operación? Suena a que, los mismos partidos políticos usando esta herramienta ciudadana, pretendiendo colocarse un disfraz ‘ciudadano’ con sutil evasión de controles.
Los buenos ciudadanos no podemos permitir que nos arrebaten mediante el uso y abuso que algunos partidos políticos y sus dirigentes pretenden hacer de dicha herramienta, instrumento espectacular que, usado correctamente, puede ayudar, y en mucho a las debilitadas —y enfermas— democracias nuestras.
El caso no es exclusivo de Colombia, hay varios países de la región donde esta perturbación se está presentando y son los ciudadanos los que tenemos que hacerle frente a esta perversión y luchar por nuestros derechos.
Los partidos políticos han sido, son y, seguirán siendo una parte medular de los sistemas democráticos. Así que, en vez de invadir espacios ciudadanos, deben mirar hacia sus adentros, escuchar a la gente, hacer limpieza de su casa y, sobre todo, volver a los principios democráticos que les permitieron nacer. La gran debilidad que hoy tienen muchos partidos en el mundo es justamente que han dejado de lado valores democráticos invaluables y, se han centrado en intereses particulares, movidos por los egos e intereses de sus dirigentes.
Quizá el lector piense que he sido muy duro con los partidos políticos y su laberinto, máxime cuando quien escribe, es consultor político y está en el mundo de la política. Pero, o defendemos la democracia o esta se acaba (miren a Venezuela). Los ciudadanos tienen el poder —y el deber— de defender sus derechos, pero, para ello, hay que comenzar por ejercerlos.