Día del amor, la amistad… y la muerte

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DÍA DEL AMOR, LA AMISTAD… Y LA MUERTE

Sobre la primera interrogante, existen casos como el de Australia, donde no ha ocurrido una masacre de este tipo desde 1996, cuando se emitió la nueva regulación sobre las armas.

Orlando Goncalves
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En octubre del año pasado escribí un artículo titulado ‘Sacrosanta Segunda Enmienda’. Lo escribí a raíz de la masacre de Las Vegas, donde 59 vidas se apagaron y más de 550 resultaron heridas, en el ataque perpetrado por Stephen Paddock.

En aquella oportunidad comentaba las contradicciones que ocurren en EE.UU., las que siempre salen a relucir en estos casos. Por ejemplo, la dificultad para comprar un antibiótico si no se tiene el récipe médico; la necesidad de tener 21 años para comprar cigarrillos o licor. Pero, con 18 años puedes ir a la guerra y, sobre todo, lo fácil que resulta comprar armas, como lo hizo Nikolas Cruz.

Este joven de apenas 19 años, pudo comprar un rifle de asalto AR-15, arma semi automática de alto poder letal, con la cual segó la vida de 17 personas, justo el día del amor y la amistad. Nuevamente el debate se enciende y, de manera hábil, quienes están a favor de las armas han introducido en la discusión pública el tema de la salud mental y tratan de desviar la atención sobre el hecho de la posesión de las armas.

Ahora bien, el tema es complejo y, hay elementos que deberíamos revisar. Por ejemplo, Gun Violence Archive, organización no gubernamental que contabiliza estos incidentes violentos, declara que, desde 2012, se han registrado 239 episodios de ‘tiradores activos’ en instalaciones educativas de EE.UU., de los cuales 18 han ocurrido este año.

La cifra es aterradora, más aún, cuando el Buró Federal de Investigaciones (FBI), organismo con un presupuesto que supera los 8.7 mil millones de dólares y más de 33 500 empleados, acepta que recibieron dos alertas (o denuncias) sobre el comportamiento violento y errático de Nikolas Cruz, confesando que no siguieron los protocolos establecidos para estos casos, con lo que, quizás, esta tragedia se pudo haber evitado.

Adicionalmente, todo indica que, Cruz pasó todos los filtros requeridos para adquirir un arma, pero, la policía local tiene registradas varias visitas a la casa del joven y más de 40 denuncias recibidas. Entonces ¿cuáles son los controles? ¿Acaso 40 denuncias en la policía no generan, siquiera, una alarma?

Aquí tendríamos que pensar en dos direcciones. La primera, ¿qué han hecho otros países para combatir este mal? Y la segunda, ¿qué está pasando con la sociedad que abandonó a un joven que a gritos pedía ayuda?

Sobre la primera interrogante, existen casos como el de Australia, donde no ha ocurrido una masacre de este tipo desde 1996, cuando se emitió la nueva regulación sobre las armas. O, el caso de Escocia, donde tuvo lugar un tiroteo en una escuela primaria ese mismo año y, el control de armas —que también se extendió al Reino Unido— ha reducido los crímenes con armas de fuego en un 75 % en los últimos 10 años. Eso es pensar en la sociedad y no en los negocios empresariales.

Pero, en EE.UU., es otra cosa y, según Garen Wintemute, del Centro de Investigación de Violencia de Armas de la Universidad de California, el número de armas en manos de civiles es de casi una por habitante, lo que nos lleva a la misma conclusión del artículo anterior, el negocio de las armas es enorme y la expresión ‘business is business’, seguirá prevaleciendo por encima de la vida.

La segundo interrogante que planteé es —en mi opinión— mucho más angustiante, Nikolas Cruz se queda huérfano de su familia adoptiva, es decir, era la segunda vez que estaba huérfano; fue expulsado de la secundaria por ser un muchacho problemático, o sea, la escuela resolvió ‘su’ problema expulsándolo. Sus compañeros lo catalogaban como solitario, raro y amantes de las armas. Sus publicaciones en las redes sociales era un grito desesperado pidiendo ayuda. Pero, ni la escuela ni los servicios sociales ni la sociedad escucharon esos gritos.

No justifico a Cruz, bajo ningún aspecto, pero, pienso que, como sociedad, tenemos que replantearnos ¿cómo nos estamos desarrollando?, ¿cómo estamos interactuando?, ¿cómo es nuestra convivencia con los demás?

Acaso la vida moderna, la rapidez con que vivimos, ese frenesí constante por superarnos, por tener más, por hacer más, ¿nos están llevando a dejar de lado la solidaridad, la hermandad, el amor al prójimo?, o cosas tan simples como darle los buenos días a nuestro vecino —si acaso lo conocemos—; ¿cuándo fue la última vez que lo hicimos?

No estamos bien. Algo debemos hacer por esos tan celebrados ¡amor y amistad!

Debemos ejercitarlos a diario.

CONSULTOR POLÍTICO; EN TWITTER: @ORLANDOGONCAL.

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